Maria C. Orellana el 11 mar, 2016 Cuando yo era pequeña las mujeres no podían aspirar a ser policías, ni soldados, ni ministras, ni pilotos de aviación, ni trabajar en una mina, ni siquiera conducir un autobús o un taxi. Entonces a mí no me importaba este veto, porque mi primera vocación fue la de secretaria, profesión femenina por excelencia. Me veía enfundada en un ceñido traje de chaqueta tecleando informes en la máquina de escribir, sellando cartas y haciendo importantísimas llamadas. Tras mi primer viaje en avión a los once años, mis aspiraciones cambiaron y ya solo deseé ser azafata, otra profesión hiperfemenina que imaginaba interesantísima, de hotel en hotel conociendo cada semana un país diferente. Con este objetivo en mente, cuando cumplí catorce años me sentía más orgullosa por haber alcanzado los imprescindibles 165 centímetros de estatura que Iberia imponía, que por tener el dudoso honor de ser la primera de la clase. En aquel curso de primero de BUP mi amiga Alicia soñaba con ir a la mili y ser soldado, como la niña que sueña con ser princesa, un futuro inalcanzable y utópico que apenas pudo acariciar cuando tiempo después se casó con un recién licenciado de la escuela militar de Zaragoza. Pasaron los años y la ley cambió, permitiendo a las mujeres ejercer todas las profesiones en igualdad con los hombres. Este cambio llegó tarde para Alicia, que vive feliz y conformada como militar consorte. Bueno, yo tampoco fui azafata: me mareaba en los aviones…. Hoy en España, como en el resto de países civilizados, las mujeres podemos llegar hasta donde nos lo permitan nuestras aspiraciones y nuestro esfuerzo. Mi ahijada Celia deseaba ser psicóloga y adentrarse en las mentes perversas para combatir el crimen. Ella ha tenido la oportunidad de hacer realidad su sueño y no la ha dejado escapar. Acaba de aprobar el último examen que le permitirá convertirse en inspectora de policía, en igualdad con sus colegas masculinos. Han sido muchos meses de preparación y exigentes pruebas que ha superado una por una. Estoy convencida de que será una estupenda inspectora, contribuirá a hacer una sociedad más segura y seguirá trabajando duro en la vida para conseguir sus metas. Bravo, Celia. mujersociedad Comentarios Maria C. Orellana el 11 mar, 2016