Buenas noches, Jane, fruto prohibido, flor de la moda, eterna promesa irresoluta. Buenas noches, niña de Europa, amazona en París, enorme boca de doscientas lenguas. Dejas al huir una herencia confusa, y un nombre de bolso: qué epitafio tan certero. Tuya es la mano que mece los deseos de los hombres. Úsala bien, úsala mucho, úsala solo cuando sepas lo que quieres.
Buenas noches, Jane, yonqui de viernes, jardín del Edén encanecido. Te enamoraste de un patán violento y desbarrado. Sembraste dudas para recoger incertidumbre. Ya no hay mujeres como tú, que tienes rostro de escultura, como si hubieras nacido en Atenas y tu nariz fuera de mármol. “Quizás” es la frase que arrastras, ante nosotros, pobrecitos españoles, niños enfermos que ven cine extranjero en las sesiones golfas.
Buenas noches, Jane, viento del norte, arena húmeda, grito en el cielo. Yo soy la ola y tú la isla desierta. Guardo tus garras como surcos en el museo de mi espalda. Te conocimos en un país ajeno, y te pintamos de francesa para soñarte mejor. Nos llevaste a un paraíso injustamente vedado. Solo quedó vivir en los chispazos sueltos.
Buenas noches, Jane, equis tumbada, interrogante que duerme boca arriba. Sabes a humo y a ginebra. Tu belleza no se acaba, ni se extingue, simplemente se transforma: finisce sempre così. En mi pecho has dibujado un corazón adolescente. Guardaré tu recuerdo en el salón, junto a mis fotos de niño en pantalones cortos.
Buenas noches, Jane, vecina nueva, Frida por dentro, Venus por fuera, artefacto incomprensible que estalla entre las manos. Los que te quieren hablan maravillas. Escorzo cruel, sombra querida, muro infinito de las lamentaciones. Beberemos por tu ausencia igual que por tu vuelta, con la mano temblorosa y un vaso medio lleno. Que mi despido no interrumpa tu camino.
Buenas noches, Jane, ser de otra vida, visión, mito absoluto que ya vive en el pasado. El rencor es para los ineptos. Dormimos mejor solos. Buenas noches…
Cultura