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Blogs Un poco de silencio, por favor... por Israel Viana

Swans: el apocalipsis ya llegó

Swans: el apocalipsis ya llegó
Michael Gira, durante un concierto en Londres de la pasada gira
Israel Viana el

La visita a Madrid de Michael Gira en solitario, el pasado marzo, resultaba a todas luces insuficiente. Si uno conoce levemente la discografía de Swans, escuchar a su líder sobre un escenario con tan solo una guitarra acústica es como visitar el purgatorio. Y a nosotros lo que nos gusta es que este tipo y su banda nos lleven al mismo infierno. Que el maligno descienda sobre la sala con su sombrero de cowboy y su voz grave de predicador loco en busca de adeptos.

«El objetivo es alcanzar una experiencia extrema que aporte júbilo a quien la viva. Esa debe ser la razón de cualquier músico de verdad: crear una experiencia abrumadora a través del sonido», explicaba Gira en una entrevista a la revista «RockdeLux», en noviembre de 2012. Y parece conseguirlo, porque muchos de los que viven esa experiencia (yo aún no estoy entre ellos), aseguran que hay muy pocas cosas mejores que ver una actuación de Swans en directo. En las crónicas suelen leerse cosas como que es «la banda más ruidosa y agresiva del momento», que «provocan náuseas entre el público con el volumen salvaje de sus conciertos» o que suenan como «la marcha fúnebre de la sociedad industrial». Escrito así, puede dar incluso miedo, pero lo cierto es que los discos de Swans son tan abrumadores como increíblemente bellos.

Los que se encuentren en la capital pueden acercarse hoy  a la sala Shoko (organizado por SON Estrella Galicia) a comprobar si todo esto es cierto. Swans presenta su pedazo último disco, «To be kind», el número 13 de una larga carrera que ha tenido, musicalmente, muy pocos altibajos, pero mucho menos éxito comercial del esperado. Quizá no sea fácil para una banda que suele incluir en sus trabajos temas de más de diez minutos y algunos que superan los treinta. En el caso del último trabajo, la travesía de 34 minutos por el desierto es «Bring the Sun/Toussaint L’Ouverture», donde uno pasa por tantos estados de ánimo que es difícil no caer en trance si te dejas llevar por los alaridos de Gira, al que se le escucha gritar en castellano, a sus 60 años, cual demente, el siguiente mensaje siniestro: «¡Sangre de Dios, hijo de Dios, amor de Dios… sangre es vida, vida es sangre, sangre es amor, amor es sangre!».

Toda una catarsis musical en la que Swans llevan metidos más de treinta años desde que grabaron su primer EP de cuatro canciones («Swans», 1982). Los mismos treinta años que han tenido que pasar para que la banda de Nueva York disfrute de una popularidad tardía, ya que desde que se disolvieron por decisión unipersonal de Gira, en 1997, la leyenda negra de la banda creció mucho más que la repercusión que tuvieron en vida, engordando ese selecto grupo de bandas de «culto» que se mencionaban más de lo que se escuchaban.

Pero la resurrección de Swans, en 2010, les sacó de las tinieblas en las que se habían movido y les colocó en el trono que debieron ocupar en otro tiempo. A ello contribuyeron, sin duda, los cuatro discos que sacaron desde entonces, con los que alcanzaron un nivel tan brutal, como poco común en todos esos grupos que sí alcanzaron el éxito y que ahora se reúnen para hacer caja: «My father will guide me up a rope to the sky» (2010), «The seer» (2012) y «We rose from your bed with the sun in our head» (2012), un directo publicado con la única intención de reunir fondos para poder grabar el reciente «To Be Kind» (2014).

Pasaron los tiempos agresivos en los que Michael Gira se fracturaba las costillas sobre el escenario o se rompía, literalmente, los dientes con el micrófono. Aquello les traía muchos problemas y a los propios miembros de la banda les terminó por desagradar que la gente acudiera a sus directos en busca de aquella beligerancia más que de la propia experiencia sonora. Por eso dieron un giro a su música y buscaron los matices sin traicionarse. Escuchen «Jim», «Avatar», «Lunacy», «Mother of the world», «My birth», «Screen shot» y a Gira cantando eso de «soy humano» en «Just a little boy (for Chester Burnett)» y sabrán de lo que hablo. Porque hoy, cuatro años después de su regreso son, si cabe, más auténticos.

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