Es uno de los teatros más importantes, modernos y prestigiosos del mundo. En el interior del Teatro Real cabría el edificio de la Telefónica de Gran Vía, y no por su altura precisamente, sino por su foso, en el que tienen que entrar los enormes decorados que dan vida a las óperas más célebres, siempre interpretadas por las voces más importantes de la lírica. El Teatro Real es uno de los lugares más icónicos de Madrid, pero desde que se construyó esconde un secreto invisible a los ojos de la mayoría.
En el siglo XIX Madrid no contaba con un teatro como los que ya había en París, Nápoles o Londres. Pero el rey Fernando VII no estaba dispuesto a que otras capitales hicieran sombra a la española, al menos en esta materia, razón por la que puso la primera piedra del coliseo, aunque nunca lo vio terminado. No fue una obra fácil, de hecho, hubo que ejecutar cambios muy significativos en el trazado de la Plaza de Oriente. Anteriormente ya se había nivelado esta plaza con la altura que tenía la Puerta del Sol. Hasta entonces había una gran pendiente que desapareció con toneladas de arena, un hecho que dio nombre a la calle Arenal.
Antes del Real, para ser precisos, ya existía el Teatro de los Caños del Peral que, a su vez, se había construido a principios del siglo XVIII sobre un viejo corral de comedias donde hoy se encuentra la plaza de Isabel II. No hay duda de que este punto siempre ha sido un lugar dado al arte. Tras quedarse pequeño, Fernando VII lo tira abajo para que Madrid tenga su gran teatro, pero realmente, fue la reina Isabel II la que apoyó incondicionalmente este proyecto. Ella misma se encargó de inaugurarlo. Es durante su reinado cuando el coliseo adquiere una mayor notoriedad, llegando a experimentar una época de gran esplendor.
Forma de ataúd
Sí, es un edificio portentoso con grandes cualidades a nivel arquitectónico. Pero hay un detalle que convierte esta obra megalómana en algo siniestro: tiene forma de ataúd. Realmente la obra estuvo marcada por la desgracia. Hubo problemas financieros e incluso el arquitecto, Antonio López Aguado, falleció antes de terminar el trabajo, siendo Custodio Teodoro Moreno el encargado de finalizarlo. Entre idas y venidas se tardó más de 30 años en construirlo.
Lo de la forma de ataúd es algo en torno a lo que han surgido todo tipo de hipótesis. Oficialmente se cree que la planta responde al ajuste del teatro a las dimensiones de la plaza, por lo que no habría quedado otra opción que darle esa forma siniestra. Sin embargo, existe también la versión que apunta a que el arquitecto, conocedor de la existencia de una fosa común en el antiguo desnivel que había en la plaza, quiso homenajear a los muertos enterrados allí. Sea como fuere, cada vez que se representa una ópera, miles de espectadores disfrutan del espectáculo totalmente ajenos a la forma del coliseo, sin saber, por tanto, que en realidad están dentro de un “ataúd gigante”.