Ha muerto Amancio, a los 83 años, leyenda del Real Madrid y presidente de honor del club. Fue uno de los integrantes de la primera alineación de mi vida. Mis primeras carreras detrás de una pelota iban acompañadas con el coro de «Pirri y Amancio», como queriendo meterle miedo al portero, entre dos jerseys colocados en el suelo. La muerte de Amancio nos ha sorprendido esta mañana con la sensación y la tristeza de que parte de tu infancia se tambalea como en un seÃsmo. A la hora de ponerme a escribir estas lÃneas, aún no me he cruzado con nadie que lo hubiera visto jugar. Si acaso, un primer mensaje de mi hermano Miguelo, mi mejor fan de cuando veÃamos los cromos, que eran en color, igual que la colección de pósters.
La primera vez que vi jugar a Amancio en el Bernabéu, como a todos, yo lo conocÃa de sobra de verlo durante toda mi vida en la tele. Cuando uno tiene seis años, sus recuerdos desde los cinco son toda su vida. Y Amancio ocupó una parte de toda mi vida, lo que luego nadie en el Bernabéu fue capaz de alcanzar. Era un extremo diferente a todos: sabio, ducho, malicioso y veloz. Se paraba, se iba por la derecha, por la izquierda… Era el rey del amago. Debió de ser el inventor de la acepción de la RAE del verbo caracolear: «En algunos deportes, moverse en un espacio de terreno muy pequeño [el jugador que está en posesión de la pelota], generalmente dando pequeñas vueltas y sin crear jugada». TenÃa potencia en la arrancada y un gran disparo a puerta, además de una maldad e intuición geniales para saber hacer daño en la porterÃa rival.
Amancio llegó del Deportivo de la Coruña al Real Madrid, en un fichaje sorpresa, gracias a la anticipación de don Santiago, por el que pagó una cantidad de alrededor de 12 de millones de pesetas. Y se retiró unos meses antes de cumplir 37 años, cuando parte de algunos más jóvenes entre su generación se habÃan ido ya. TodavÃa recuerdo los ecos de indignación en Radio España, por la terrible entrada de Fernández de la Copa de 1974, el mejor fútbol practicado por cualquier Real Madrid en un solo mes, el de aquella Copa del GeneralÃsimo de junio de 1974, con Molowny de entrenador. La foto que dio As Color saliendo Amancio de Los Cármenes, con una herida abierta en el muslo, conmocionó a los aficionados de toda España. Es imposible atender a las imágenes de aquella patada sin sobresaltarse, incluso sabiendo que va a pasar lo que pasó en el borde del área en Granada.
En el Coruña (los niños de mi época decÃamos el Coruña; eso del Dépor llegó muchos partidos después), Amancio jugó cuatro temporadas en Segunda, siendo ya un goleador de cifras fuera de lo común. En su última temporada en Riazor, la 61-62, con 22 años, marcó 25 goles en 26 partidos. Al producirse su fichaje llevaba acumulados 54 goles con los gallegos. En un 6-1 al Burgos marcó cuatro dianas.
Integrante de la alineación mÃtica contra el Derby County (le hicieron un «penaltito» que llevó al Madrid a la prórroga), Amancio formó parte de épocas diferentes. VenÃa del mÃtico equipo yeyé ganador de la Copa de Europa de 1966, la de los once españoles. Amancio marcó el gol del empate en una jugada muy caracterÃstica de El Brujo, porque su defensor y el portero no se enteraron de cómo maniobró en carrera para deshacerse de los dos, en un juego de prestidigitación. Y desde aquel equipo, con Pirri, Zoco, Velázquez y Grosso, el tiempo pasó hasta la final de Copa, en el Vicente Calderón, en 1975 contra el Atlético, donde marcó el primer gol de la primera tanda de penaltis de la historia de la Copa de España, y donde recogió, como capitán, el trofeo de manos de Franco. Aquella noche en el Calderón los aficionados del Madrid bajábamos las escaleras cantando «Aleti, la Copa, se mira y no se toca».
Amancio jugó 14 temporadas en el club de ChamartÃn (1962-76). Lo crujÃan a patadas. Su fama de estar en el suelo permanentemente, tras los meneos de sus adversarios, le hacÃan ser un contrincante odiado y admirado en los campos de España. Las aficiones rivales le cantaban «Ay, ay, ay…», cuando caÃa sobre el césped. Jugó 344 partidos en Primera (solo una vez suplente), con un total de 471 de blanco, con 154 goles. Ganador de 9 Ligas, 3 Copas y dos trofeos Pichichi. Fue Internacional en 42 ocasiones, con 11 goles, y todavÃa recuerdo las discusiones de los mayores sobre la conveniencia de que Amancio jugara menos (ley de vida). En el transcendental partido de desempate contra Yugoslavia en Fráncfort, que nos apartó del Mundial 74, Kubala lo convocó, cuando ya no era fijo desde hacÃa un año. Y aquello salió mal (Quini lo suplió a un cuarto de hora del final). Fue su última aportación en la selección nacional, con la que ganó la Eurocopa de 1964.
Yo he visto y oÃdo silbar a Amancio en el Bernabéu, de forma que pronto fui vacunado para oÃr pitos, después, a Butragueño, a Raúl o a Casillas. «Luis, ¿te parece bien que silben a Cristiano en el Bernabéu? -Yo he visto silbar a Amancio, qué te voy a contar- »… Mi tÃo Juli, incondicional del «siete», que me llevaba al fútbol, se ponÃa de los nervios en el estadio. Nos abrazamos juntos en el gol del Brujo al Granada, una tarde primaveral de 1975, que corrió en profundidad para burlar a Izcoa en su salida.
Integrante del equipo de la FIFA en una selección mundial que se formó en 1968, la última vez que lo vi jugar en el Bernabéu fue contra el Atlético, en la Liga de 1976, con celebración del equipo como campeón en el césped de ese mismo partido, y triunfo por 1-0 gol de Sánchez Barrios, tras sustituir al capitán en el descanso. La foto de ese partido es la que acompaña a estas lÃneas de homenaje. Y mis hermanos y yo aparecemos con mi padre en aquella grada del fondo sur, donde aprendimos a recitar de memoria los nombres de nuestros Ãdolos. «Amancio Amaro Varela, el mejor de Europa entera»
Entrenador del Real Madrid (1984-85), fue el creador en el Castilla de la Quinta del Buitre, un equipo que jugaba de fábula, y que llevaba el recreo al Bernabéu, con paredes, jugadas, tiralÃneas y una profundidad que no se veÃa en años en ChamartÃn. Aquel filial fue campeón de Liga en Segunda, en 1984.
Una vez en el colegio, con siete años, el profesor nos puso de tarea escribir palabras que empezaran por A. Y a la segunda o la tercera puse «Amancio». Don Miguel me la tachó. Pero su nombre perdurará en las primeras lÃneas de la historia del Real Madrid, donde no se podrá escribir mucho sin citar a Amancio. Descansa en paz, Brujo.
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