Cada uno es dueño de su opinión sobre el conflicto que existe en Cataluña entre los secesionistas y los Constitucionalistas. Pero vistas las cosas desde mi perspectiva personal tengo que reconocer que, hasta ahora, había estado más presente en los medios la estrategia “ruidosa” de los secesionistas que la callada posición de los Constitucionalistas. Lo cual había producido una cierta sensación de desamparo entre los catalanes defensores de la soberanía nacional.
El sábado 29 de noviembre Mariano Rajoy se trasladó a Cataluña y habló con una contundencia y rotundidad que echábamos en falta los que compartimos la idea de España plasmada en la vigente Constitución. No es que pensáramos que el presidente del Gobierno no tuviera una idea clara y definida de la unidad de España. Pero se oían todo tipo de lindezas desde el lado soberanista que eran respondidas con un silencio “ensordecedor” desde la orilla constitucional, lo que envalentonaba a los quiméricos separatistas.
Pero en una intervención, que yo personalmente califico de rotunda y contundente, el presidente les ha dicho a los soberanistas que ¡basta ya!, que ya está bien de utilizar fraudulentamente el mandato de las urnas no para gobernar la Generalitat –que ha sido para lo que los han elegido-, sino para entregarse en cuerpo, alma y dinero a una especie de “aquelarre” independentista que ha supuesto un “viaje a ninguna parte” (Rajoy dixit).
El diagnóstico del presidente sobre el paso de Mas por la presidencia de la Generalitat no ha podido ser más certero: nunca un gobernante ha generado tanta confusión e inestabilidad como Artur Mas. Y yo me atrevo a añadir que tampoco ha existido nunca nadie que haya hecho menos honor al cargo para el que fue elegido: no ha sido “gobernante” y menos aún, como tenía que ser, para todos los catalanes. Antes al contrario, Artur Mas se ha ido radicalizando hasta convertirse en un fanático partidista de los soberanistas obsesionados con la independencia de Cataluña.
Ante el camino que habían tomado los acontecimientos, Mariano Rajoy ha tenido que hacer un acto de autoridad, propio de quien ostenta el cargo de Presidente del Gobierno de España, que actúa con la legitimidad que da el respaldo de la Constitución y de la voluntad mayoritaria del pueblo español expresada en las urnas.
Esperemos que esto no sea un acto asilado, un punto y final, sino el principio de una actuación constante y duradera con el fin de reconfortar a los catalanes constitucionalistas (la gran mayoría) y hacer comprender a los catalanes soberanistas (un tercio) que mientras esté vigente esta Constitución solo se puede alcanzar la independencia a través del camino marcado en ella, y no por los vericuetos y atajos del ruido, el alboroto o la vía de hecho.
Por cierto, no estaría de más que Pedro Sánchez se alineara incondicionalmente en este tema junto al partido en el Gobierno y que dejara de hacer matizaciones ajenas al problema catalán (como por ejemplo, decir que si Rajoy quiere defender a España que empiece por el Estado del Bienestar) que supone no solo tirar balones fuera, sino olvidarse interesadamente de con qué partido comenzó a deteriorarse aquél seriamente.
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