María probablemente se fugará con su nuevo amor si es infiel, de modo que su pareja se romperá. Pero si el que ha puntuado fuera de casa es Juan, él cruzará silbando el vestíbulo del hogar. Ya habrá olvidado que estuvo con otra en un hotel hace la friolera de cinco horas. No le dará la menor importancia al revolcón. Cuando se anuncie el Apocalipsis, ellas pensarán en la catástrofe que se avecina, mientras nosotros iremos bajándonos los pantalones para la orgía del fin del mundo, como aventura Ricardo Castella. Muchas mujeres unen placer y sentimientos, lo que frustra innumerables aventuras pero también convierte en más dulces las que sí fructifican.
Yo bailo avergonzado en la macrodiscoteca de Leganés Johathans & Chonis porque creo que todos me miran. Pero los demás parroquianos no tienen tiempo para fijarse en mí porque bailan mucho peor. La timidez es un cambio de foco. También desenfocamos los cuernos. Los nuestros nos parecen los únicos del mundo, pero si recorriésemos la Gran Vía con unas *horny glasses, los pasos de cebra parecerían cañadas abarrotadas de ñus. En el plano colectivo, la cuestión de los cuernos no es baladí por la cantidad de vidas humanas que ha costado a lo largo de la historia. La única forma de limpiarla de sangre sería sacarla del epígrafe del honor (que es su consecuencia) y meterla en el de la biología (que es su causa: somos sicalípticos). Hay que relativizar. Muy práctica resulta la actitud de algunas mujeres cornudas que perdonan los indicios de los escarceos de sus hombres haciéndose las locas. Ellos lo hacen menos y su actitud se criticaba mucho en la Edad Media a la inversa, cuando se hablaba de marido consentidor, ciervo, novillo, cabrón, becerril o maridillo.
El límite de la aversión a padecer infidelidad está en la elección de una pareja menos hermosa para que acudan menos rivales a libar en ella. Hay muchas referencias literarias a esta actitud, como la siguiente coplilla del XVII:
No quiero mujer bonita
pa no vivir con recelos,
por no llevar en la frente
los retorcíos cuernos.
Hasta hace no mucho tiempo, se hablaba solamente de los cuernos masculinos, pero el Diccionario María Moliner prevé que se los pongan también a ella. Eso sí: es conservador, porque restringe el fenómeno al ámbito del matrimonio, no a otros tipos de pareja: “Ser infiel al marido o a la mujer”. El Diccionario de la Academia nos ofrece algunas expresiones alternativas y se refiere así al vocablo cuernos:
9. m. irón. Infidelidad matrimonial. U. m. en pl. Sufrir el cuerno. Llevar los cuernos. Poner los cuernos.
*Horny glasses: enésimo anglicismo idiota, que significa ‘gafas detectoras de cuernos’.
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