El día que se anunció que juntar orines en la estación de Atocha nos costaría 60 céntimos por cada entrega, alguien tituló espectacularmente en un diario de Madrid “Baños de pago contra el orín y el sexo” y explicó que se trataba de “erradicar la prostitución y el cruising”. Pensé que el redactor no se había atrevido a escribir en español. A veces, el anglicismo no es solamente una estupidez, sino también un eufemismo disfrazado. Escriben “cruising” los que no se atreven a decir “sexo esporádico entre varones”. El diccionario inglés Collins recoge para “cruising” la definición de buscar pareja sexual en lugares públicos, pero no hace referencia al sexo. Nuestro eufemismo no hacía falta en la prensa, con tantas referencias en la literatura a los mariquitas de urinario.
Los eufemismos racistas también están floreciendo en parte de la prensa. Quien escribe “un ciudadano de raza negra” teme decir sencillamente “un negro”. Quien dice “un ciudadano de color”, ni se atreve ni ha conocido a muchos. Un negro con mucho sentido del humor me confesó que le molestaban esos apelativos porque se había acostumbrado a ser negro y no lo veía llamativo, y añadió: “Los de color sois vosotros, los que os llamáis blancos, que sois morados al nacer, rosados luego y grises cuando estáis enfermos o tomáis café de la máquina y padecéis sus efectos laxantes”. Así que un negro es “un ciudadano de raza negra” como un rumano es para los políticamente correctos “un ciudadano de origen rumano”. Igual que un gitano es un “ciudadano de etnia gitana”. Pero los gentilicios españoles no se edulcoran con colores, razas, etnias ni orígenes, de modo que un murciano es solamente “un murciano”.
@rafaelcerro
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