Venero a un médico maestro del relato, un hombre que cuando escribía iba poniendo la vida misma sobre el papel. Se llamaba Antón Chéjov. Y a dos compatriotas rusos campeones mundiales de la inteligencia: Alexandre Alekhine y Garry Kasparov. El primero creó las partidas más brillantes de la historia del ajedrez y el segundo rayó a su altura y todavía tuvo tiempo de mostrar que era un valiente enfrentándose a un dictador.
Fuera del tablero y de la madre Rusia, sigo el fanal de los antiguos filósofos griegos que practicaron la ataraxia. Esa imperturbabilidad ha conseguido que yo, hoy, ya no arañe mi rostro, ni mese mis cabellos, ni rasgue las cortinas de la sala cuando la radio dice que un herido sufre “varios” politraumatismos. Si un politraumatismo describe a un paciente lleno de golpes, ¿un individuo que sufre varios simultáneos es un coleccionista de impactos? Si el herido del politraumatismo tradicional muestra moratones por todas partes, ¿el del múltiple alcanza directamente la categoría de cardenal? Quizá fuese más sensato decir “paciente politraumatizado” o hablar de alguien que ha sufrido “múltiples traumatismos”.
El gran literato Aldous Huxley venía seguramente de una familia de superdotados y su hermanastro Andrew Huxley sería Nobel de medicina. Aldous escribió en Un mundo feliz que “Si uno es diferente, se ve condenado a la soledad. Los demás lo tratan brutalmente”. Pero hay otra salida para integrarse. Para escuchar continuamente muestras de estulticia en los medios sin inmutarse, lo mejor es volverse tonto también. Las mentes más pacatas no entenderán que Aldous Huxley experimentase con la literatura y con las drogas. Por cierto: si soy politoxicómano se entiende que me meto de todo, pero si soy un drogota desmesurado ¿puedo decir que padezco “varias” politoxicomanías o debo inventar el vocablo “multipolitoxicómano”?
Somos maestros de la reiteración, príncipes de la redundancia y emperadores del pleonasmo. Por eso, cuando vamos a cambiar de actitud decimos que pensamos darle a nuestra vida “un giro de 360 grados”. El problema de los giros de 360 grados es que nos dejan mirando exactamente hacia el mismo sitio.
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