Carla tenía tres años cuando le explicamos lo que eran los pobres, pero resolvió el problema con presteza: “Que vayan al cajero y saquen dinero con la tarjeta”. Paco tenía treinta y cinco cuando me aclaró cómo estiraba su magro salario: “Llego a fin de mes gracias a los plásticos”. Primero fue el plástico. Luego, la Visa de plata. Después, la tarjeta oro, sin preposición. Cuando todos la teníamos, como los créditos “preconcedidos”, algunos blasonaron de llevar la platino, que para molar más se llamó realmente platinum. Hoy, lo importante no es el metal, sino la letra de la tarjeta y sus cualidades ante la luz, como la transparencia o el color.
Igual que en un sujetador, la b en una tarjeta de crédito significa discreción. Lo que confiere prestigio es una b en el sentido de opacidad ante Hacienda, el sueño de cualquiera de aquí. B también significa black. Ochenta y seis golfos apandadores con ochenta y seis herramientas opacas en las manos te hacen en pocos años un socavón de quince millones de euros en el suelo de la caja. El Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (estaría bueno que fuera reestructuración desordenada, pero se llama oficialmente así) llega tarde cuando les explica a los granujas la diferencia entre bueno y malo con lenguaje de Barrio Sésamo: “No se hace precisa una especial cualificación para separar el patrimonio particular del patrimonio de la entidad”. Podría explicar así la diferencia entre fuera y dentro: “Antes, los ladrones estaban fuera de las cajas; ahora, están dentro”. En el país del chollo, presumimos más de las sinecuras que de lo ganado sudando. No me jacto cuando he ido al fútbol, sino cuando me han colado en el estadio.
“Crepúsculo de las ideologías” y “sinvergüenzas del mundo, uníos” significa que abrasan la tarjeta miembros del PP, del PSOE, de IU, de UGT y de CCOO. Moral Santín, el de Izquierda Unida, es una especie de multimillonario comunista de origen dudoso, como los que florecen en China. Resulta más pintoresco que otros. No más culpable.
Póstumo: “Que sale a la luz después de la muerte del padre o autor. Hijo póstumo. Obra póstuma”. Como la obra social. Veintiocho de los ochenta y seis directivos y consejeros que las utilizaron…siguieron empleando dichas tarjetas de crédito después de irse de la Caja. El presidente que permitió que nada de esto llegase al fisco, Miguel Blesa, es inspector de Hacienda.
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