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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

Un tonto y una tiza.

Un tonto y una tiza.
Rafael Cerro Merinero el

La explosión demográfica de tontos que vivimos no es nueva, sino cíclica. Ortega dijo que el inteligente vive en guardia contra sus propias tonterías, las reconoce y se esfuerza en eliminarlas, al paso que el tonto se entrega a ellas encantado y sin reservas. Miguel Delibes escribió sobre el particular e inventó el personaje de Azarías, que hacía caca en medio del paseo del amo. Luis Carandell rechazaba un candidato al premio al Tonto Contemporáneo si era un tonto obvio que nada aportaba al conocimiento de la tontería o si no tenía importancia de alcance nacional. Santiago Amón dijo que en España no cabía un tonto más y que, si llegase otro, se caería al agua. Antonio Burgos fue el entomólogo que descubrió el tonto con balcones a la calle, que exhibe orgulloso su condición, y dice que la calle Alcalá es tan larga que, si no, no cabrían. Estrabón diría hoy que una ardilla podría atravesar España saltando de tonto en tonto. José María García inventó el término abrazafarolas y el capitán Haddock, la voz bebe sin sed.

Nuestra lengua evoluciona y al tonto, ahora, le llamamos políticamente correcto buenista. Tenemos feministas pro palestinos; lehendakaris que dicen “vascos y vascas”; maestros que escriben niñ@s, a pesar de que la arroba no es una letra; intelectuales gafapastas engolados; pensadores que no leen sino que releen porque ya lo han leído todo; y peatones que cuando preguntas dónde está la Gran Vía te envían a Ulán Bator para ser corteses en lugar de responder que no lo saben. Pronto desarrollaremos aquí una cuestión gramatical apasionante: por qué un idiota perfecto ya no queda ante la máquina de café, sino “ante la máquina de vending”.

Mi madre me advirtió de niño de que un tonto es más peligroso que un malvado porque, mientras al malo lo ves venir, el tonto te puede causar un destrozo en cuanto te distraes. Si lo nombras presidente del Gobierno, subvenciona a los gays y lesbianas de Zimbabue; dice delante de todo el planeta que la tierra no es de nadie, salvo del viento, y encima plagiando la frase; y destruye el país en menos de ocho años. En España no hace falta plantar tontos, porque germinan solos. Te despistas un instante y aparecen presidentes voluntarios de comunidad de vecinos, pacifistas amigos de Corea del Norte y contertulios que niegan que la deuda externa sea un problema. Profesionalmente, el tonto puede rayar a muy diferentes alturas, pero en España la más común es la de secretario de Estado.

Ya cuando príncipe, muchos creían cornudo al futuro Carlos IV porque su esposa, María Luisa de Parma, tenía fama de mujer acogedora. El todavía monarca Carlos III y él mantuvieron en una ocasión este diálogo:

  • Carlos IV: “Padre: tú, como rey, y yo, que lo seré, tenemos una gran suerte: nuestras mujeres no podrán engañarnos nunca”.
  • Carlos III: “¿Cómo puede ser eso?”
  • Carlos IV: “Padre, es imposible. Estamos en lo más alto. No hay nadie por encima de nosotros con quien puedan hacerlo.”

Parece ser que Carlos III sonrió amargamente.

 

El Exterminador de tontos de la Marvel

La solución está en los clásicos. El Exterminador de tontos, un enemigo de Spiderman, descerraja un tiro en el pecho a cada tonto que encuentra y así va limpiando la biosfera. No es arbitrario trabajando: dice que tonto es todo aquél que lleva una vida carente de poesía. Es el antecedente del héroe cinematográfico Hannibal Lecter, que sólo devora maleducados y tontos.

@rafaelcerro

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