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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

El lenguaje de los carteles

El lenguaje de los carteles
Rafael Cerro Merinero el

Dicen ahí afuera que somos maleducados. Mentira. Llegamos tarde, pero para que el amigo pueda leer mientras espera. Gritamos por teléfono en el AVE, pero para que el interlocutor siga oyéndonos si pierde la señal del móvil. Chillamos en los restaurantes y hablamos en voz alta en el cine y la biblioteca, pero para ilustrar a los demás. Tiramos los papeles al suelo, pero con el fin de generar puestos de trabajo para basureros. No utilizamos los intermitentes, pero para no dar pistas; siempre hay alguien que pretende adelantarnos. En nuestra casa hacemos ruido porque es nuestra casa y “los tabiques son de papel”. En Estrasburgo son de otros materiales que aíslan mejor; por eso no se oyen los televisores a todo volumen por la noche. El pequeño pide las gominolas al quiosquero septuagenario hablándole de tú, pero sólo para que coja confianza. El alumno no le dice al profesor maestro sino “oye, tronco” porque quiere ser su colega. Son matices del lenguaje.

Esto puede parecer el reino de la anomia en el que cada cual hace lo que quiere olvidando dónde empiezan los derechos del vecino, pero en realidad somos un pueblo libre que odia los corsés y al que ahora no están indicando el camino mediante el lenguaje adecuado: el código de los carteles.

 

¿Que desmontan un monumento milenario para apedrear a los vecinos del valle o para llevarse un souvenir a casa? Pinche en esta foto tomada el otro día en Catalañazor, Soria.

 

El camarero que desea respeto sólo ha de exponer esta pizarra que me envía un compañero de Madrid a rcerrom@gmail.com. Así no le llaman silbándole.

 

Los urinarios suizos de los sesenta rotulaban en español los dedicados al particular del orín, como vimos en el post dedicado a la palabra “mear”. Nada nos recuerda que somos libres mejor que el perfume de Azca, en plena zona cara de la capital. Este póster es actual.

 

Borroso por el vaho, pero real y actual. Delicioso eufemismo en la ducha de un gimnasio de Madrid.

 

Tráfico. Los rótulos y las señales se pueden adaptar a los disléxicos para que detengan el automóvil cuando deben.  Esta muestra está tomada del riquísimo tejido de la realidad española actual.

 

Economía. Un simple rótulo en un banco nos recuerda la táctica que aplican igual el Estado y las familias: “No ahorre nunca: cómprelo todo ya”.

 

Dime qué carteles lees y te diré quién eres. Bebamos en las fuentes del maestro Carandell.

Más vida en @rafaelcerro

 

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