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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

Be viento, my friend

Be viento, my friend
Rafael Cerro Merinero el

Lo peor de nuestra tradición de colocar en puestos de relieve a gentes intelectualmente infradotadas no es que éstas lo destrocen todo, sino también que hacemos el ridículo delante del planeta entero. Como en la cumbre de Copenhague de 2009, cuando Zapatero desenmascaró al dueño de la Tierra delante de más de 120 jefes de Estado y de Gobierno. Nos reímos, publicamos Power Points muy divertidos con él y algún cachondo dijo aquello de be viento, my friend. El resto del mundo se carcajeó de que hubiéramos elegido como primer ministro a aquel boy scout que discurriendo no era exactamente Churchill, pero con él también se rió de nosotros.

La Alianza Atlántica ha protestado al enterarse de que ha fichado por un partido anti OTAN el hombre que hace unos años tuvo acceso a más secretos suyos: el general Julio Rodríguez, jefe del ejército precisamente con ZP. Occidente teme que el pintoresco general y sus amigos revelen sus arcanos militares y también que hemos vuelto a hacer el ridículo. España es diferente, pero si empre hacia el mismo lado. Ahora, un político podemita ha dicho que aquí “…se ha fallado […] en estructurar a mucha gente que no ve otra salida, que es inmolarse”. Supongo que diría lo mismo si los asesinos hubieran matado a su madre o a su  hermano. Aquí sabemos que Miguel Urbán no podría trabajar ni en una cabina de peaje, pero los europeos están con la boca abierta porque no es recepcionista sino eurodiputado y lo hemos elegido nosotros. Además, en Francia o Gran Bretaña no sería un idiota como es aquí, sino un traidor. Los franceses también eligen fanáticos, pero hacerlo es para ellos un defecto del sistema; para nosotros es un deporte.

No tenemos muchos nazis en la Piel de Toro, pero si los hubiera estarían en Podemos. El mérito de Pablo Iglesias está en haber congregado al grueso de la gentualla, en haber puesto de acuerdo a todos los extremistas. A los que tienen que demostrar a diario que son más fanáticos que sus camaradas hablando contra el pacto antiyihadista o a favor de ETA. A los que no tienen nada que perder,  a los arribistas que quieren triunfar sin esfuerzo y a los que carecen de formación. Desde luego que los otros partidos tampoco miran el currículo jamás, y de hecho eligen por adulación e ideología, pero lo de Podemos es la salvajada de estar siempre adrede en algún extremo. Incluidos los graciositos que cuentan chistes de judíos abrasados. Recibir una subvención es siempre mejor que sudar un salario y ser okupa, preferible a pagar las deudas. Como ocurre en Madrid, donde alguien de Patio Maravillas llegó a este análisis conceptual: “si estamos en un edificio del Ayuntamiento…ya no somos okupas”.

Si se trata de hacer el ridículo cada semana, queda enviar a Europa al señor Verstrynge, al hijo de la Pantoja o a la señora que se cargó el Ecce Homo. O, mejor, al cura que dijo que no sabía nada de nada, aunque la veía sentada cada tarde con pintura y pinceles junto al muro de la iglesia. Ese ingeniero también puede ser eurodiputado.

 

Cada vez que un parlamentario nuestro dice una salvajada muere un gatito. Pero estos linces no son una catástrofe natural, como un tsunami o como un rayo que nos partiera en dos: los elegimos nosotros. Nos vamos a extinguir de estupidez.

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