Insisto: el feminismo radical es violento y, en lo lingüístico, funciona diseñando trampas que nos hacen pensar que en todas partes hay machismo y que contra éste vale todo, incluso detener a los inocentes que no son ni machistas ni violentos. Una de las trampas es la de la famosa discriminación positiva, que justifica la desigualdad contra el varón y que está recogida por el mismísimo Diccionario de la Academia. Edulcora el sustantivo discriminación, que daría miedo si se utilizase solo, con un adjetivo eufemístico. Algo similar a lo que ocurre con la estupidez envidia sana. Una sandez (aunque no igualmente malintencionada) que repetimos a diario para justificar que albergamos un mal sentimiento. La discriminación positiva de algunos discrimina negativamente al resto de la población. Suponiendo que la positiva sea bienintencionada en ocasiones, plantea el problema metodológico de a qué grupos aplicársela, de determinar cuál es la manera mejor de discriminar. ¿Quién selecciona a quién favorecer y, por contraste, a quién desfavorecer? La perspectiva da miedo. Podríamos reformular así el pensamiento que algunos atribuyen a Bertolt Brecht pero es seguramente de Martin Niemöller: “Primero se llevaron a los comunistas, pero a mí no me importó porque yo no lo era. Luego apresaron a unos curas pero, como yo no soy religioso, tampoco me importó. Después detuvieron a los varones, pero a mí no me importó porque yo no soy varón. Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde”. Esta reflexión tardía podría hacerla un miembro de cualquier otro colectivo: mujeres no feministas, homosexuales, grupos políticos, minorías étnicas…
El Sistema feminista es incapaz de proteger a las mujeres y lo oculta con redadas masivas de varones que sirven para poco porque los inocentes detenidos no estaban ejerciendo violencia alguna. Y con cortes especiales para juzgar sólo a algunos: los famosos tribunales de Violencia contra la Mujer, que como su nombre anuncia sin rubor no protegen ni a los niños ni a los hombres. ¿Se lo imaginan al revés, tribunales para ellas? Hemos abierto la veda contra la mitad de la población. Esto ya estaba inventado, porque muchas dictaduras construyen edificios jurídicos diferentes para propios y extraños. El franquismo instituyó en 1963 el Tribunal de Orden Público, dedicado en exclusiva a reprimir los delitos políticos. También los nazis juzgaban a los judíos con las leyes específicas de la Volksgemeinschaft, una sociedad con dos categorías en la segunda de las cuales estaban los judíos, los gitanos y los discapacitados físicos y psíquicos. De estas analogías de la injusticia y la desigualdad dimana la palabra feminazi, no académica pero muy extendida en la calle. Cuando algunas mujeres piden el 7 de noviembre que se persigan todas las violencias ejercidas en el marco familiar, los feminazis les agreden. Quiero decir, físicamente…como ocurrió en la calle. Cuando asumimos, como pasa hoy en España con varones y mujeres, que debe haber dos justicias entramos en terreno peligroso. La costumbre de despojar de derechos a algunos colectivos es muy peligrosa, pero en España no aprendemos de la historia. Nuestros varones ya no gozan del derecho fundamental a la presunción de inocencia. Cada temporada terminamos grabándonos la cifra de las chicas asesinadas por los canallas del género, pero casi nunca escuchamos en la tele las de hombres, que son menos pero mueren igual. Es cierto que las cifras de muertos se publican…pero también que no se publicitan. Dentro de dos días sabremos cuál es el tecnicismo que permite conseguir que los muertos de género técnicamente no existan.
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Ideología de género