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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

El lenguaje de Whatsapp

El lenguaje de Whatsapp
Rafael Cerro Merinero el

El siguiente diálogo habría sido un chiste en la época del maestro Gila, pero hoy puede ser un fragmento de conversación real:

–         ¿Tiene usted hora?

–         No. Es que no he traído el teléfono…

Ahora, el móvil es más un entorno que una herramienta: condiciona las relaciones humanas y las costumbres e influye en el crecimiento intelectual de las personas en edad de formarse. No es lo mismo haber empezado a utilizar el móvil en la edad adulta que haber empezado a hacerlo desde niño, mientras uno aprendía también a escribir sobre papel. Falta perspectiva para saber con seguridad cómo influirá en la ortografía de nuestras criaturas el uso de Whatsapp (en la calle, el Guasa), pero observar los textos de nuestros hijos nos facilitará algunas pistas. Sobre todo analizar los de los grupos, que aportan los primeros testimonios escritos sobre sus conversaciones corales. Como el siguiente, reproducido textualmente sobre uno real, con quince faltas de ortografía sobre un total de veinte signos:

 

Vivimos una nueva era en la que escribimos sobre un teclado de cuatro centímetros. Intentemos extraer algunas conclusiones de lo observado hasta ahora.

 

Primera: hay un sector demográfico que desconoce la ortografía del español a pesar de estar escolarizado. Sabe cómo contar lo que ve, pero no cómo escribirlo. Está naciendo una grafía sin mayúsculas, sin tildes y prácticamente sin signos de puntuación. En concreto, sin signos iniciales de exclamación e interrogación. Esto puede generar problemas de inteligibilidad, especialmente en la lectura.

 

Segunda: el nuevo código no sólo es rápido, sino que también es el lenguaje de la comodidad y la laxitud. Tanto, que quizá estemos hablando realmente no de uno sino de varios códigos, aunque quizá todavía falte tiempo para saberlo. Hay menos reglas intocables y nuevas abreviaturas (como k en lugar de qué y x en sustitución de por).

 

Tercera: algunas faltas de ortografía habrían sido impensables antes de la aparición de las nuevas tecnologías. Por eso son asombrosas para el hablante maduro:

 

Cuarto: independientemente de los condicionantes técnicos que acarrea redactar sobre un teclado de cuatro centímetros, de lo que el teléfono haya cambiado, la formación gramatical de nuestros alumnos es terriblemente deficiente. Especialmente la de los que estudian en Cataluña:

 

Quinto: muchos alumnos no tienen ni la menor idea de cuál es la grafía de muchas de las palabras que pronuncian y escuchan. Repito: conocen el discurso hablado, pero no saben cómo es el castellano escrito. Eso los aproxima a la agrafía de este preadolescente de doce años. También es un chico escolarizado, aunque no lo parezca:

 

Dos sugerencias a caballo entre lo lingüístico y lo sociológico. Quizá haya llegado la hora de que los partidos se preocupen más por que los españoles del siglo XXI sepan leer que por adecuar los programas a sus ideologías cada vez que llegan al poder. Quizá nuestro problema ya no esté en la aberrante formación de los niños de doce años, sino en la de sus profesores de cuarenta.

Más vida en @rafaelcerro

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