El siguiente diálogo habrÃa sido un chiste en la época del maestro Gila, pero hoy puede ser un fragmento de conversación real:
–        ¿Tiene usted hora?
–        No. Es que no he traÃdo el teléfono…
Ahora, el móvil es más un entorno que una herramienta: condiciona las relaciones humanas y las costumbres e influye en el crecimiento intelectual de las personas en edad de formarse. No es lo mismo haber empezado a utilizar el móvil en la edad adulta que haber empezado a hacerlo desde niño, mientras uno aprendÃa también a escribir sobre papel. Falta perspectiva para saber con seguridad cómo influirá en la ortografÃa de nuestras criaturas el uso de Whatsapp (en la calle, el Guasa), pero observar los textos de nuestros hijos nos facilitará algunas pistas. Sobre todo analizar los de los grupos, que aportan los primeros testimonios escritos sobre sus conversaciones corales. Como el siguiente, reproducido textualmente sobre uno real, con quince faltas de ortografÃa sobre un total de veinte signos:
Vivimos una nueva era en la que escribimos sobre un teclado de cuatro centÃmetros. Intentemos extraer algunas conclusiones de lo observado hasta ahora.
Primera: hay un sector demográfico que desconoce la ortografÃa del español a pesar de estar escolarizado. Sabe cómo contar lo que ve, pero no cómo escribirlo. Está naciendo una grafÃa sin mayúsculas, sin tildes y prácticamente sin signos de puntuación. En concreto, sin signos iniciales de exclamación e interrogación. Esto puede generar problemas de inteligibilidad, especialmente en la lectura.
Segunda: el nuevo código no sólo es rápido, sino que también es el lenguaje de la comodidad y la laxitud. Tanto, que quizá estemos hablando realmente no de uno sino de varios códigos, aunque quizá todavÃa falte tiempo para saberlo. Hay menos reglas intocables y nuevas abreviaturas (como k en lugar de qué y x en sustitución de por).
Tercera: algunas faltas de ortografÃa habrÃan sido impensables antes de la aparición de las nuevas tecnologÃas. Por eso son asombrosas para el hablante maduro:
Cuarto: independientemente de los condicionantes técnicos que acarrea redactar sobre un teclado de cuatro centÃmetros, de lo que el teléfono haya cambiado, la formación gramatical de nuestros alumnos es terriblemente deficiente. Especialmente la de los que estudian en Cataluña:
Quinto: muchos alumnos no tienen ni la menor idea de cuál es la grafÃa de muchas de las palabras que pronuncian y escuchan. Repito: conocen el discurso hablado, pero no saben cómo es el castellano escrito. Eso los aproxima a la agrafÃa de este preadolescente de doce años. También es un chico escolarizado, aunque no lo parezca:
Dos sugerencias a caballo entre lo lingüÃstico y lo sociológico. Quizá haya llegado la hora de que los partidos se preocupen más por que los españoles del siglo XXI sepan leer que por adecuar los programas a sus ideologÃas cada vez que llegan al poder. Quizá nuestro problema ya no esté en la aberrante formación de los niños de doce años, sino en la de sus profesores de cuarenta.
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