Decíamos aquí que la frase “aquí todos ganamos lo mismo” es solidaria o reaccionaria según se mire. Defiende la desigualdad de hecho de que unos hagan más esfuerzo que otros a cambio de la misma recompensa y convierte la productividad en una parafilia. La orgullosa afirmación es equivalente a un antiguo dicho de las fábricas de la Polonia comunista que se refería a la moneda del país: “Estés de pie o estés tumbado, los quinientos zlotys tienes asegurados”.
En el Estado español (para no ofender a los políticamente correctos que creen que la palabra España es cacofónica), lo único todavía más sospechoso en un empleado que su laboriosidad es su brillantez. La mejor manera de continuar cobrando en el trabajo es ser gris y vago. Se estila el llamado “triple desayuno concatenado español”, que consiste en que cada vez que llega un nuevo conocido a la cafetería uno pide dos porras más para acompañarlo durante un ratito. Durante otro ratito, porque siempre está entrando alguien. A partir de la cuarta porra, hay balsas de aceite en el café y el currante está tan lleno de grasa que su hígado arde si le arrimas una cerilla encendida. Creo que desayunar en casa está prohibido por nuestro estatuto del trabajo, pues todo el que entra a currar a las diez de la mañana se va inmediatamente al bar dejando sobre la mesa las llaves del coche y el teléfono móvil. Es el llamado “truco del móvil fijo”, que consiste en que mientras el dueño del teléfono se toma el café tan tranquilo el aparato molesta a los demás. En el horario extremo contrario, veo que los que entran a las seis de la mañana se echan al coleto un sol y sombra de cuarenta grados de alcohol y luego marchan a conducir una hormigonera o manejar grúas de cuarenta metros de altura. Los celtíberos que no somos tan machos ni olemos a Varón Dandy no podemos tomar sol y sombra a las seis porque nos desmayamos y nos desnucamos.
Creo que el artículo versaba sobre la demagogia en torno a la palabra rico. Quien convirtió precisamente la iniciativa en sospechosa y el adjetivo rico en peyorativo fue el que dio por demostrado que el origen de la riqueza es siempre ilícito. El vicio en el origen convierte a todo opulento en un ladrón. La desconfianza hacia los ricos no procede de la potente fábrica española de ideología políticamente correcta. Ni siquiera es de ahora. Jesucristo ya les aconsejó a los ricos que no amontonasen tesoros en la tierra, “donde hay polilla y herrumbre que corroen”, sino en el cielo. El evangelio de Lucas (16:14) cuenta que “los fariseos, que eran amantes del dinero, oían todas estas cosas y se burlaban de Jesús”. Mateo (19,30 64) recoge una propuesta de solución al desequilibrio: “Todos, aunque sean ricos, que se hagan pobres, para que todos, aunque sean pobres, se hagan ricos”.
Aquí, dar por hecho que el opulento es un golfo justifica tácitamente a quienes no hemos conseguido enriquecernos. Pocos términos tienen mayor carga ideológica que el adjetivo rico, una palabra rica ella misma en definiciones ajenas a lo pecuniario. En cuanto a cantidad, significa abundante; si uno se refiere a un terreno, quiere decir fértil; y significa gustoso si se habla de alimentos. También alude a los niños bonitos y graciosos. Rico término.
Nuestros debates son terriblemente ideológicos y por eso la confrontación entre ricos y pobres se mezcla con otras cuando discutimos. Damos por hecho que los empresarios son ricos aunque muchos estén muy endeudados y también damos por sentado que los sindicalistas, los grandes generadores de riqueza en España, son pobres aunque alguno tenga dinero para asar una vaca. La izquierda practica una curiosa bifurcación terminológica: si un camarada dona dinero a una buena causa habla de solidaridad, pero si un rico hace lo mismo habla de caridad o de misericordia.
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