La insostenible situación de Rita Barberá dentro del Partido Popular debe resolverse cuanto antes, ya que cada día que pasa es un día perdido para la maltrecha credibilidad del PP.
A lo mejor es muy injusto, no lo sé, pero lo cierto es que la única salida posible para la exalcaldesa de Valencia es dejar el partido y dimitir de todos sus cargos. Todavía no pesa una sentencia firme contra ella, ni siquiera está imputada, y de lo que se le acusa es de no controlar el destino de mil euros, pero la realidad es que el momento político no exige más que una salida: decir adiós.
No sé si Rita es culpable o no, yo no tengo elementos de juicio para acusar a ningún político mientras no haya pruebas, pero si Barberá quiere al PP tanto como dice no puede seguir haciéndole daño de esta manera.
Ya sé que su futuro puede ser muy difícil. No es funcionaria, por lo que no tiene un puesto de trabajo al que regresar, y a ver quién es el valiente que la contrata, con la mochila que lleva encima. Pero ejercer la política lleva consigo asumir responsabilidades cuando tú misma, o las personas a tu cargo, cometen errores en la gestión. Y me consta que ese horizonte puede ser incierto.
Si se va, a Barberá siempre le quedará la espezanza, si ella es inocente, de que los jueces limpien su imagen sentenciando que no ha cometido delito alguno.
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