La designación de candidatos autonómicos en el Partido Popular está colocando a algunos aspirantes que quieren repetir en el cargo al borde de un ataque de nervios. Al que más se le nota esta tensión es al presidente de Valencia, Alberto Fabra, que ve fantasmas por donde no los hay y que cualquier declaración de un alto cargo del partido la interpreta como una amenaza personal.
Su reacción a la últimas declaraciones de la secretaria general, María Dolores de Cospedal, no le ayudan nada, si realmente quiere que Rajoy lo nombre candidato. Hace ahora dos semanas, en una rueda de prensa, al ser preguntada por los candidatos de Madrid y Valencia aseguró que el partido tiene “la posibilidad de elegir entre bastantes personas“.
Fabra se sintió señalado y no se le ocurrió otra cosa que intentar reafirmarse internamente y redactar un documento de respaldo a su gestión para que lo firmaran los tres presidentes provinciales de la Comunidad Valenciana. Los tres le han venido a decir que con ellos no cuente, en una clara desautorización ante una estrategia de desafiar a la dirección nacional o, mejor dicho, a Mariano Rajoy e intentar presionarlo. No es la primera vez que lo hace, y estas cositas ya empiezan a cansar en la sede nacional del partido.
A esta actitud, más infantil y torpe que otra cosa, se suma su enfrentamiento con la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, con la que, según dicen, ni se habla. Barberá, aseguran estas fuentes, ya le habría transmitido a Rajoy en la última reunión que mantuvieron en el Palacio de la Moncloa su apoyo a Isabel Bonig, secretaria general del PP valenciano, para sustituir a Fabra.
Aunque desde la dirección nacional no se le va a decir nada a Fabra, se sigue con evidente malestar y estupefacción los pasos tan erróneos que está dando el presidente valenciano.
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