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Blogs Pasando por el aro por Emilio V. Escudero

El tiro perfecto agranda su leyenda

El tiro perfecto agranda su leyenda
Emilio V. Escudero el

Hay jugadores a los que la naturaleza les ha regalado un don. Es el caso de Spud Webb, un saltador extraordinario a pesar de su poco más de 1,70 metros de altura o el de LeBron James, un prodigio muscular que domina el juego gracias a su potencia y fortaleza física. Luego, existe el caso contrario. El de jugadores hechos a sí mismo a base de trabajo y trabajo. De horas de gimnasio y de lanzamientos infinitos. Éxito a base de repetición y repetición. 

En estos últimos es donde hay que situar a Ray Allen, el hombre del lanzamiento perfecto construido con tesón a lo largo de los años, tal y como él mismo reconocía hace algunos años. “Cuando la gente dice que Dios me bendijo con un hermoso tiro en salto, realmente me molesta. Le digo a esa gente: ‘No subestimes el trabajo que he hecho durante todos los días de mi vida’. No algunos días. Todos los días. Pregúntale a cualquier persona que haya estado en un equipo conmigo quién lanzaba más tiros en el entrenamiento. Volved a Seattle y Milwaukee, y preguntarles. La respuesta será que esa persona soy yo”, apuntaba el alero en declaraciones recogidas por ESPN.

Su manía por mejorar es conocida de sobra en el mundillo de la canasta, pero lo que pocos saben es que esa obsesión viene dada por un desorden compulsivo, que le obliga a practicar y practicar, sin dejar nada al azar.

El tiro perfecto se convirtió en leyenda hace tiempo, cuando se convirtió en el lanzador con más triples conseguidos en la historia de la NBA. Superó a un tal Reggie Miller, que ayer, de nuevo, vio cómo Allen le arrebataba uno de esos honores que tanto cuesta conseguir y que tanto daño hace que te arrebaten. Esta vez, la marca fue la de triples conseguidos en los playoffs, que hasta anoche ostentaba el mito de los Pacers con 320, y que el alero de los Heat dejó (por ahora) en 322.

Frente a los Bucks, además, Allen demostró que a sus 37 años aún puede ser una pieza importante de rotación en la NBA y que su segundo anillo está cocinándose a la espera de enfundárselo en las próximas semanas. Mientras tanto, él seguirá mejorando la técnica. Y el tiro. Ese que es perfecto (o casi) y que sigue puliéndose a ritmo de récord.

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