El camino de España hasta la final ha sido complicado. Derrotas dolorosas que pusieron muy cuesta arriba un oro que ahora parece al alcance de la mano y es esa posible relajación de verse favoritos casi por primera vez en el torneo la que tiene que evitar la selección. Un peligro que no es el único, ya que los lituanos son un conjunto rocoso cargado de dificultades.
La primera y más evidente es la figura de Valanciunas. Junto con Pau Gasol (y a mucha distancia, eso sí), ha sido el pívot más determinante del campeonato. Un jugador rápido y muy versátil, capaz de lanzar desde lejos y con un buen movimiento de pies, que será la gran referencia ofensiva de Lituania. Ha sido su máximo anotador con el madridista Maciulis, el otro dolor de cabeza de Scariolo para el partido.
El salto cualitativo que ha dado en este torneo el alero del Real Madrid ha sido brutal. De hecho, sus 34 puntos ante Georgia en octavos de final se convirtieron en un hito en su país. Una estrella emergente acostumbrada a las tareas defensivas como jugador blanco, pero que de verde y con su selección se ha destapado como un killer con 14,5 puntos por partido en el Europeo y con un acierto de tiro muy elevado.
Con ellos dos, Kalnietis forma el núcleo más duro. El trío con más peligro de la selección lituana. El base del Zalgiris es el que más minutos acumula en cancha (casi 34 por partido), lo que habla de su importancia dentro del equipo. No tiene un sustituto de garantías y su asociación con Valanciunas produce muchos puntos.
Su compañero de club, Seibutis, y Kuzminskas han ido de menos a más y forman esa clase media del equipo, que puede matarte en cualquier momento. Pólvora preparada para hacer estallar a una selección española que tiene su mayor peligro en casa. En su propio vestuario. Evitar la falta de tensión y reforzar la ilusión son las premisas de Scariolo, consciente de que si todo va bien (crucemos los dedos) el oro viajará hasta España.
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