Ya hemos llegado todos a Granada. El que no esté ya, es porque no va a venir. Ni se le espera. Una de las ciudades más turísticas de España vive estos días por y para el baloncesto. Las tapas, las calles, la gente… todo recuerda al Mundial que está a punto de comenzar. No hay nadie ajeno. Hasta los turistas japoneses, tan aficionados a la foto, se preguntan por el campeonato.
Eso sí, llegar a Granada sigue siendo una odisea. La alta velocidad lo es a medias y convierte el viaje en tren en una carrera de fondo, perfecta para conocer el interior de Andalucía. Será la mala costumbre, pero un viaje de cinco horas para hacer un trayecto tan corto desde Madrid, se hace excesivo.
Lo mejor del viaje, es el encuentro con los compañeros. Da tiempo para hablar con unos y con otros. Para comentar las últimas jugadas y para ponerse al día. Es como una tertulia de esas de la tele, pero de verdad. Sin guiones. Da gusto.
Mientras, con la competición aún en stand by, la selección es una balsa de aceite. Tranquilidad máxima. El seleccionador, en rueda de prensa, parecía entregado a la causa. Chisposo como nunca. Feliz. «Alguno no ha preguntado. Le pongo falta», apuntaba al final de la rueda de prensa. Buenas palabras. Campechano. Señales positivas que deben tener continuidad hoy en la pista.
En lo que llega el partido, Granada te da cosas que no te dan otras ciudades. Terraza con vistas a la Alhambra. Placeres mundanos que se disfrutan, en este caso, gracias al baloncesto. Es el día 1 en el Mundial Hay sonrisas, sin lágrimas.
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