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Blogs Notas del Espía Mayor por Javier Santamarta del Pozo

Mujeres de armas tomar

Mujeres de armas tomar
La ministra de Defensa, Margarita Robles, entre María La Bailaora y la infante de marina, Ana María de Soto, en versión de Ricardo Sánchez «Risconegro»
Javier Santamarta del Pozo el

Siempre que se visita el Panteón de Infantes del Palacio Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, uno de los lugares que no deja de estar siempre rodeado de curiosos o de admiradores, es el féretro marmóreo de don Juan de Austria. El hermanastro cool del rey don Felipe II. El héroe de la más alta ocasión que vieron los siglos, en famosa cita del infante de marina don Miguel de Cervantes, como fue aquella contra el turco en Lepanto. Impresiona ver su estatua reposando sobre su sarcófago, con las manos sin guanteletes al no haber muerto en combate, con su espada sin la gema en el pomo, sobre el gran guerrero que fue. ¡Qué hombre!

Claro. En hablando de guerras, batallas y hombres, inevitable que me viniera a la cabeza la última ocurrencia de la ministra de Defensa en funciones, doña Margarita Robles, la cuál tiene tantos conocimientos de la cartera que ostenta como yo capacidad para el canto de los castrati sin pasar por la emasculación. Ya en su momento, nada más llegar a su cargo, me sorprendió que se sorprendiera de que no hubiera mujeres con el empleo de general. Cosa que se llama escalafón y que depende de una variable tan tonta como que a general se llega (y no todos) tras un proceso de décadas. Y que la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas acaba de superar las tres décadas tan sólo. Por cierto, que nadie piense que no ha sido sino casualidad el que justo este julio haya llegado la primera mujer al generalato.

Tumba de Don Juan de Austria en San Lorenzo de El Escorial, foto de ABC.

También se quejaba doña Margarita, de nombre tan querido por los artilleros (y artilleras, aunque no sé yo si aún se puede cantar aquella tonada marcial tan popular de la «chica, chica chica pum, del calibre 183»), del escaso porcentaje que había de mujeres en nuestros Ejércitos, un 12,7%, por otro lado superior a la media de los países de la OTAN, como Alemania o Reino Unido. La ministra dijo que «no nos podemos conformar». Que no digo yo que no lo tengamos que hacer, pero no veía yo al PSOE instaurando de nuevo el servicio militar obligatorio y sin discriminación por sexo como se hacía antes. Y de pronto leo el artículo de un plumilla que leo siempre que quiero saber de temas castrenses, como es don Esteban Villarejo, y me encuentro con la nueva de que para el elitista cuerpo de Operaciones Especiales, los conocidos como Boinas Verdes, parece ser que no se le ha ocurrido al Gobierno mejor cosa que crear un «Equipo de Capacidades Especiales»… cuya especialidad va a radicar sobre todo en no tener que pasar por las estrictas pruebas físicas y de combate del «Curso de Operaciones Especiales» que se deben superar. Con un par. O sin él, mejor dicho.

Y aquí ya sí que no entendía nada. ¿Hace falta considerar a la mujer como menos válida físicamente y por tanto, incapaz para el combate? Muchos dirán que claro, que es un tema meramente biológico, y que para funciones de inteligencia, no es necesario el pasar ciertos requerimientos físicos. Muy de acuerdo. ¡Si lo sabré yo como Espía Mayor! Que para mis menesteres me veo mejor o peor válido, pero desde luego para lanzarme con el chopo al barro con un cuchillo Bowie en los dientes, como que mejor que no cuenten. Pero es que hay mujeres con las que se ha contado desde tradición inmemorial de hecho en nuestra Historia, para el combate.

Fácil es que me venga, estando junto al catafalco citado, esa batalla de tierra librada en la mar como fue la de Lepanto, y recordar a María, llamada «La Bailaora», de cuyo concurso en tal refriega tenemos constancia por estas letras de 1576 de un soldado presente en la misma: «Pero mujer española hubo, que fue María, llamada la bailadora, que desnudándose del hábito y natural temor femenino, peleó con un arcabuz con tanto esfuerzo y destreza, que á muchos turcos costó la vida, y venida á afrontarse con uno de ellos, lo mató á cuchilladas. Por lo cual, ultra que don Juan le hizo particularmente merced, le concedió que de allí adelante tuviese plaza entre los soldados, como la tuvo en el Tercio de Don Lope de Figueroa». ¡Ele con la bailaora!

Pero es que en nuestra Infantería de Marina, la más antigua del mundo, también tenemos la historia de la cordobesa Ana María de Soto, que en 1793 y sólo 16 años, embarcárase en la fragata Mercedes (la famosa que, convertida en pecio, fue objeto de expolio como denunciase el gacetillero don Jesús García Calero), alistada en los Batallones de Marina, y luchando en batallas, entre otras, como la del Cabo San Vicente contra el inglés, en armada donde andaba un tal Horacio Nelson. Siendo herida, se descubrió su condición femenina, lo que no supuso deshonra alguna sino bien al contrario, atendiendo «a la heroicidad demostrada y a su acrisolada conducta», el Rey le concedería pensión y el grado de sargento, llevando a partir de entonces sus galones bien puestos y visibles aún en su ropa de mujer.

Soldado española, foto de Jesús de los Reyes / DECET

No vamos a citar más historias donde las mujeres de España demostraron bravura y arrojo, individual o colectivamente, como las bravas palentinas contra el Duque de Lancaster en 1387, o tantas repartidas por la península en la Guerra del Francés de 1808. Pero es que desde que hombro con hombro han servido estos últimos 30 años, ahí han estado muchas demostrando valor, como la sargento Tania Parras, cubriendo a base de fuego de canana a sus compañeros en la batalla de Najaf, en Irak, en 2004. O María Jesús Patiño, disparando con su ametralladora desde un helicóptero Cougar en Diwaniya, también en Irak. O Ángela Jorgia Lloret, en Afganistán, como Almudena Porras o la cabo Adelina Torres… O como Idioa Rodríguez o la soldado Pineda Marín, que regarían con su sangre las misiones internacionales donde sólo 14 países en todo el mundo, permiten que las mujeres entren en combate.

En honor a todas ellas, y a las que ya han conseguido de buena ley su Boina Verde, no se líe Ministra, no se líe. Y no las llame «agentes de paz», como ya ha hecho, a las soldados de España. No las minusvalore. Pues le repito, son soldados. Soldados. De España. ¡Nada menos!

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