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Blogs Notas del Espía Mayor por Javier Santamarta del Pozo

Hands off Isabella!!

Hands off Isabella!!
La reina Isabel defendida de los felones por los Conquistadores, obra de Ricardo Sánchez «Risconegro Creatividad»
Javier Santamarta del Pozo el

¡A doña Isabel ni me la toquéis, folloncicos! Ni se os ocurra mancillar imagen suya ni recuerdo de doña Isabel de Trastámara, reina de Castilla y de León, de Aragón junto con su esposo, el gran Fernando II y V de su nombre a la vez, condesa de Barcelona y señora de Vizcaya. Y emperatriz de las Américas. ¡Oiga oiga! Que esto último se lo ha inventado usted. Pues cierto es. Me he venido arriba. Pero si no lo fue, debería de serlo, pues es con ella y gracias a ella, el que las dos columnas hercúleas flamean con orgullo el Plus Ultra, mandando el Non al baúl del pasado. Gracias a ella aquellas tierras mal llamadas americanas, esas islas y tierra firme del Mar Océano, que de paso se encontraron en busca de Cipango, fueron descubiertas y encontradas. No de pasada como los vikingos pudieron hacer (ya saben, esos mocetones guapérrimos de la muette que pueblan series por todas la plataformas de visionado de pago, y que son admirados con lujurioso ardor, animalicos, gente de su tiempo), sino asentando sus reales en lo que fue algo con pocos parangones en la Historia.

Isabel, que fue la primera en maravillarse y en darse cuenta de que, a lo que iba el Almirante Colón desde luego que no salió como se pensaba. Pero que algo había transcendido ese viaje comercial que, según cuenta la leyenda, financiara de manera personal con sus propias joyas. Sea lo que fuera, esa empresa castellana llena de marineros onubenses especialmente, con experimentados vizcaínos, y de otros lugares del reino, pronto sería una gesta española. Pues cuando entra en escena Aragón, en la figura del nombrado Fernando, lo hace para seguir el mandato de su mujer por iure uoxoris, esto es, por el derecho que le otorga por matrimonio, como monarca castellano hasta que ambas Coronas definitivamente lleguen a su hija Juana. Y es lo que dejara escrito en su testamento la reina: la defensa de sus nuevos súbditos.

Doña Isabel dictando su testamento, en presencia de don Fernando. Cuadro de Eduardo Rosales. Museo del Prado.

En ese testamento, la reina que fomentó la imprenta, la educación de la mujer, que recuperara a las poetas andalusíes (o si los negrolegeandarios prefieren, una genocida de judíos, exaltada católica, inquisidora y hasta sucia que no se bañara nunca), dejaría dicho: «Además suplico al rey mi señor muy afectuosamente, y encargo y mando a la princesa, mi hija, y al príncipe, su marido, que así lo hagan y cumplan, y que esto sea su principal fin y en ello ponga mucha diligencia, y que no consientan ni den lugar a que los indios, vecinos y moradores de las Indias y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, antes al contrario que sean bien y justamente tratados, y si han recibido algún agravio que lo remedien». Ya ven. Una genocida de libro. O, como se dice ahora, una facha. Una fascista. O mejor, ¡una franquista! Que para eso el gallego la usó tan profusamente que ahora hasta su escudo de San Juan ha quedado para siempre irrecuperable para las nuevas generaciones.

Tan desde el primer momento tuvo claro la reina que aquellos vecinos y moradores no eran ni tenían que ser explotados que, cuando don Cristóbal, gran navegante pero mejor negociante, fue pillado vendiendo doscientos indígenas como esclavos en el mercado de Sevilla, como recordé cuando pedía que jamás me hicieran una estatua, doña Isabel entró en cólera y exclamó: «¿Qué poder tiene mío el Almirante para dar a nadie mis vasallos?». Porque las ansias de poder del genovés o de donde fuera (ahora ya dicen que catalán no es, claro, que aquí quien no corre en pos de la corrección política, vuela), le llevarían a que luciera grillos en sus muñecas para explicar sus comportamientos. ¿Era Colón trigo limpio? Pues era un hombre de su tiempo con un sueño, y que sin quererlo él y nos guste o no, plantó un hito en los anales de la Humanidad.

Estatua de Isabel con Colón, en el Capitolio californiano, hoy retirada de manera ignominiosa.

Cuando el financiador de la estatua que se encontraba en el Capitolio de California, la inauguró en 1883, dijo que ese era el lugar que merecía ya que es “un lugar apropiado para una obra de arte que conmemora un evento que tuvo una influencia tan grande en los destinos del mundo occidental”. Porque a ver si nos estamos equivocando y esta fiebre iconoclasta selectiva, va de otra cosa, y no sólo de aparente Hispanofobia, o de búsqueda del racismo estructural existente en Estados Unidos con un pasado que fue el que fue. Que no les arriendo a estos revisionistas (vándalos ignorantes, básicamente), el darse un paseo por Budapest y encontrarse con un grupo escultórico espectacular, cuyo protagonista es un tal… Atila. Pero a lo que vamos. Que es que no tiren nada y lean más.

Y recuerden el grito de Montesinos, un dominico (sí, un cura de los de la Inquisición), que hizo el queo de las tropelías que se estaban cometiendo. Y que llevarían a unas Juntas en Burgos, de donde salieron las conocidas como Leyes de Burgos, de 1512, donde se reconocen derechos y se establecen unas normas laborales (¡a comienzos del siglo XVI!) que pasmarán a quienes quieran leerlas. Y que seguirá con las Leyes Nuevas, publicadas en Barcelona, con el rey Carlos I ya en el trono. Donde quedó meridianamente claro que aquellos vecinos y moradores de los que nos hablaba la reina Isabel, tenían derechos, tanto o iguales como cualquier otro súbito o vasallo de los territorios peninsulares. Con la posterior Controversia de Valladolid. Y ahí tendremos a la Escuela de Salamanca, donde con Suárez y Vitoria al frente, serán el antecedente y la base del Derecho Internacional Humanitario. ¡Nada menos!

Y todo gracias a que una reina comenzó un empeño personal adelantándose en el tiempo, otorgando derechos que no se obtendrían en los lugares hollados por el puritanismo segregador anglosajón, algunos hasta el siglo pasado. Nadie niega el abuso de encomenderos. Nadie lo difícil que fue aplicar las mencionadas leyes. Nadie de malos usos. Pero sí reivindico desde el Espía Mayor a una mujer que debería ser, ahora precisamente, recordada y homenajeada como merece. Y si alguien quisiera deshonrarla, ahí estarán los Cortés, Pizarro, Oñate, Ponce de León… y tantos otros que hicieron Historia y crearon un nuevo mundo, entre luces y sombras, pero que en estos días no se quiere ver nada más que tales oscuridades. Y la oscuridad suele albergar horrores de los que aprender. No para hozar en ellos.

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