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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Charles Bradley, el cielo es el límite

Charles Bradley, el cielo es el límite
Álvaro Alonso el

CHARLES BRADLEY/NILLS MÜLLER

Nadie sabe lo que ha tenido que pasar Charles Bradley, el heredero natural del mejor soul energético, para llegar a convertirse cumplidos los 67 años en un fenómeno que se creía extinto desde hace décadas. Su historia, recientemente contada por Poull Brien en el documental Charles Bradley: Soul of America, es la historia de uno de tantos afroamericanos invisibles que lucha por salir adelante, pero también es la historia real del sueño americano, donde a cada cual le puede llegar, como dijo Warhol -o Finkelstein-, sus 15 minutos de gloria.

Para Bradley, natural de Florida, durante años pinche de cocina en un hospital en Brooklyn, la suerte estaba echada de antemano, o eso parecía, porque algo pasó en su biografía, y es que su hermano le había arrastrado con catorce años hasta la sala Apollo de Harlem para ver en persona a James Brown, el padrino del soul. Desde entonces, en las cocinas, entre especias y pucheros humeantes, Bradley no paró de cantar emulando al maestro de ceremonias. Nueve años después dejó el trabajo, se fue a Alaska y más tarde a California en 1977 persiguiendo un sueño, la música. Sin embargo, la vida siguió igual, el sueño no llegó, se fue haciendo mayor y en 1994 decide volver a Nueva York para cuidar de su madre. Se encontraba como un perro abandonado. Le insuflaron penicilina siendo alérgico, y estuvo al borde de la muerte. Pero cuando recibió la visita de su hermano, despidiéndose de él, le dijo, “creo que voy a luchar, voy a luchar”. Un día, su madre le da la terrible noticia de que la policía está rodeando la casa de su hermano. Y le anuncia que a su hermano lo acaba de matar su sobrino… Este hecho tan personal, profundo y terrible, desencadenó una de las más emocionantes canciones de Charles Bradley, la que cierra la cara B de su primer disco, “Heartaches and Pains”, y una de las primeras que compuso en estrecha colaboración con Thomas Brenneck, sin duda alguien que pese a su juventud ha tenido gran parte de culpa en que el milagro de Charles Bradley sea hoy una realidad.

El 25 de enero de 2011 terminó la cuenta atrás y Charles Bradley daba por fin su primer concierto con un “sold out” que no pudo sino emocionarlo de arriba a abajo. Comenzaba a labrarse su historia personal, la verdadera, la vocacional, la que siempre quiso para él, sesenta y dos años después. El éxito clamoroso y las comparaciones con James Brown no se hicieron esperar. Su debut, No Time For Dreaming (Dunham, 2011), resultó aclamado por la crítica internacional. Para apuntalar su carrera, Charles Bradley editó Victim of Love, un segundo disco muy personal, donde la herencia de los grandes soul singers expresivos, como Solomon Burke, Marvin Gaye, Al Green o James Brown revivían en el talento instintivo, autodidacta y genéticamente incorporado de Bradley.

Da la impresión, tras escuchar lo nuevo de Bradley, que “el cielo es el límite” y que su carrera triunfal no ha hecho más que empezar. Vive Bradley ahora mismo en la vorágine de su nueva gira por todo el mundo. ¡Quién se lo iba a decir a él hace solo unos pocos años! Justo ahora se publica Changes, su tercer álbum, el 1 de abril via Dunham (Daptone), once canciones poderosamente producidas por Brenneck que cuidan al detalle la ortodoxia de un soul musculoso y expresivo nunca visto desde, al menos, treinta años. Y no es exageración. Bradley se luce en las baladas, como “Changes”, la versión de Black Sabbath (espléndida, pese a las comprensibles reservas iniciales) que da título a la nueva entrega, o “Slow Love” que cierra el disco. Canciones con “ritmo y blues” en la línea de un James Brown preparadas para ser atacadas en directo son “Good To Be Back Home” o “Ain´t A Sin”, y otras que parecen salidas de los estudios de Muscle Shoals, como “Things We Do For Love”. A la contundencia de los vientos, las voces, los metales, las percusiones, las guitarras, se incorpora la plana mayor de la factoría Daptone, que incorpora miembros de Budos Band, MSB, the Dap-Kings, la banda de acompañamiento de Bradley (The Extraordinaires) y un grupo de prominentes vocalistas como Gospel Queens, Sha La Das o Saun & Starr.

 Con todo, es encima del escenario donde se demuestra que el fenómeno Charles Bradley es real y que su destilado de emociones es auténtico. En España podremos disfrutar del soul explosivo y sentimental a partes iguales de Bradley en una única fecha, el 24 de julio en San Sebastián (Heineken Jazzaldia). Hasta entonces, imprescindible hacerse con sus discos y visualizar el documental Charles Bradley: Soul of America. Auténtica anomalía en el sistema, el bueno de Charles Bradley demuestra con Changes que  lo suyo no es flor de un día y que ha llegado para quedarse.

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