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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Julie Byrne llega a España por primera vez

Julie Byrne llega a España por primera vez
Álvaro Alonso el

Pocas veces ocurre, así que es una gran noticia. Tenemos la suerte de poder ver en nuestro país el alumbramiento de una nueva estrella. Aclamada por la crítica en revistas como Pitchfork o Drowned in Sound, la extraordinaria cantautora folk Julie Byrne visita nuestro país con tres fechas, Barcelona el 23 de septiembre (BAM Festival), Zaragoza el 24 (La Lata de Bombillas) y Madrid el 25 (Café Berlín).

El revuelo en torno a esta misteriosa señorita comenzó a finales del año pasado, cuando vieron la luz las canciones de su primer álbum, Rooms With Walls and Windows (Orindal, 2014), doce piezas que te atrapan en su universo propio, íntimo, cálido como un cuerpo desnudo junto al fuego en el interior de una cabaña, a refugio de la intensa nevada.

Poco se sabe de Julie Byrne. Afincada en Seattle, pasó parte de su vida recorriendo el país: Chicago, Buffalo, Nueva York, hasta recalar finalmente en la costa Oeste. Las letras de las canciones dan algunas pistas, aunque pocas, ya que están cargadas de imágenes, evocaciones y sueños enigmáticos, teñidas aquí y allá por fogonazos de la memoria, visiones, postales, encuentros y desencuentros.

La música opera como un fluido, así en «Prism Song», que atraviesa las paredes para abrirse en su alucinante espectro de colores. Acompañada solo por su guitarra, el sonido del nylon de las cuerdas va desde la piel de Julie a la nuestra, mientras la voz susurrada penetra en la oscuridad de la noche como una ceremonial a santa compaña.

Poderoso antídoto al tráfago de las ciudades, las canciones de Julie Byrne nos rescatan con su manta de lana del frío que empaña los cristales de la existencia. Canciones que son decisiones al final del viaje, como «Holiday», donde canta: “Hice el viaje sola, pero el tuyo es un número de teléfono al que no puedo llamar”.

Con una quietud extraordinaria, como la de quien quisiera descifrar el misterio, Julie va cautivando la estructura de quien escucha molecularmente, llevándolo a un estado de percepción sublimado, una atalaya desde la que poder contemplar el secreto de las pequeñas cosas, de percibir en toda su esencia la luz que hace visibles los objetos.

Con una producción esquelética, descarnada al máximo, nos llega en toda su pureza el “fingerpicking” de los dedos escuálidos de la Byrne. El embrujo de su voz se abre entonces produciendo sonidos increíblemente variados con elementos mínimos, que apenas atraviesan el umbral de conciencia. Una experiencia única, contrastable en canciones como «Attached To Us Like Butcher Wrapp» o en «Wisdom Teeth Song».

 Con suerte estas sesiones únicas serán grabadas para la posteridad. Y el público sabrá respetar el misterio, el duende del que saben los flamencos. Porque Julie Byrne es algo más que una cantante folk. No posee la versatilidad de Joni Mitchell, ni el purismo apalache de Hedy West. Tampoco se la puede comparar con Karen Dalton y su voz de viento. Ni con Gillian Welch, la última reencarnación del mejor country. No es, en fin, Laura Nyro, aquella niña triste de alma negra siendo judía. Ni Carole King y su fábrica mental de poderosas melodías. Es simplemente ella, Julie Byrne, y quién sabe si no se la recordará en unas décadas haciendo grupo junto a todas las anteriores.  

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