Dos dÃas de infarto. Dos noches retorciendo leyes en un Parlament convertido en una bacanal. Con nocturnidad y alevosÃa. Una ley para votar la autodeterminación, otra para aprobar una pseudo Constitución para el dÃa de la independencia. Callando a la oposición. En un caciquil ordeno y mando. Sin respetar su propio Consejo de GarantÃas Estatutarias ni sus normas. ¡Y le llaman democracia! Más todavÃa. Un «tsunami de democracia», según Carles Puigdemont.
Si actúan asà ante las cámaras, con ese autoritarismo vil, ¿cómo serán las urnas de su 1-O? ¿El recuento de una votación sin censo ni interventores ni garantÃas? Una farsa. Un sin sentido que está desgarrando a Cataluña. Desde dentro y hacÃa afuera.
El Parlament catalán se ha convertido en un esperpento. Con unos polÃticos atravesados por espejos cónvacos y convexos, que reflejan una realidad burda. No sólo se han retratado los independentistas, también Podemos. Quitando banderas y apoyando un proceso viciado y nulo.
«Hay una ausencia absoluta de comprensión, se niega a aceptar la realidad», aseveró Puigdemont sobre el discurso impecable de Mariano Rajoy. Y me viene a la cabeza Retorciendo palabras de Fangoria: «No, no pretendas tener la razón… de que sirve un futuro ideal, construido en terreno ilegal».
Jugando con las palabras como si fuera un scrabble. Aquà no hay un choque de dos legalidades, porque una directamente no existe. 48 horas de espectáculo dantesco nos han mostrado los cimientos de barro del «procés». Es la república independiente de su casa.
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