(Artículo escrito para el diario ABC el domingo 26 de octubre 2014)
Decía Colbert, el ministro de finanzas de Luís XIV, que “la moda para Francia era como las minas de Perú para España”. Y no le faltaba razón. A falta de minas en las Américas, al Rey Sol se le había ocurrido crear la moda.
El increíble recorrido habitual de una prenda de ropa de muestrario suele superar de lejos la vuelta al mundo. Sale de talleres perdidos en medio de China o Bangladesh. Si se trata, por ejemplo, de una marca japonesa, la prenda viajará desde allí hasta el atelier del creador en Tokio. Desde Japón, se mandarán más tarde las prendas a París, para presentarlas en la semana de la moda y permitir a los compradores hacer su trabajo. A continuación, se enviarán a la oficina de prensa en Nueva York, que las prestará a las revistas norteamericanas. Alguna estilista llevará las prendas a un reportaje en Madagascar. La prenda volverá a viajar a Londres para ser fotografiada sobre las modelos más conocidas. Y finalmente aparecerá a la venta en Abu Dhabi o Moscú. Un viaje que no siempre pasa por España.
España cuenta con algunas de las redes de distribución de moda más importantes del mundo, pero no con los ingresos asociados a todas sus actividades. En nuestro país no hay casi fabricación. Y además, los consumidores, ávidos de buenos precios, acaban comprando en tiendas de chinos prendas a dos euros. Con un paro de más de un 24% hay que cambiar de mentalidad radicalmente y dar preferencia a los recursos locales. No se trata de imponer un proteccionismo inviable, pero urge “educar” la voluntad del consumidor para que tome conciencia de que cada decisión de compra que toma, tiene efecto en el incierto futuro laboral de sus hijos.
Y estas iniciativas para impulsar los productos locales ya han llegado al sector de la moda y están en marcha en muchas ciudades del mundo: se trata de la nueva tendencia “Ropa Kilómetro Cero”. Lo que comenzó en Francia bajo el reinado de Luis XIV, vuelve a rebrotar. El Rey Sol, aconsejado por su genial e incansable ministro Colbert, creó normas de estilismo que mareaban a los nobles, con cambios, lujos y exigencias que les forzaban a renovar su vestuario continuamente en una lucha constante por destacar en las fiestas de la corte. Mientras, Colbert imponía sanciones a aquellos que importasen prendas o que trajesen materias primas de otros países. Los encajes ya no podían venir de Italia, ni las telas de la India.
Fue así como se desarrolló el encaje de Chantilly o como crecieron los telares y la artesanía francesa. París se convirtió en la ciudad de la moda y la economía bullía con un consumismo que ejercía un reparto justo y natural de la riqueza. Este tipo de iniciativa –muy suavizada – se está dando ahora en otros países.
La primera dama de Nueva York
Chirlane McCray, la mujer del nuevo alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, ha tomado parte activa por la moda fabricada en su ciudad. De Blasio y su esposa son una pareja que representa bien a la ciudad de los rascacielos: él, de origen italo-germano; ella de color. Diversidad total. Sus hijos, Chiara y Dante, se han convertido en parte del imaginario de la ciudad. Chirlane y su hija Chiara, en toda una declaración de intenciones, eligieron ir a la investidura de Bill de Blasio como alcalde vestidas de Nanette Lepore –que fabrica y vive en Nueva York.
Además, Chirlane ha utilizado su residencia oficial, Gracie Mansion, para dar el pistoletazo de salida de la última semana de la moda de Nueva York hace algo más de un mes. Invitaron a las grandes estrellas de la moda neoyorkina, incluyendo a Carolina Herrera, Ralph Lauren, Michael Kors, Donna Karan, Tory Burch, Tommy Hilfiger, Diane von Furstenberg o Prabal Gurung. Ahora habrá que ver si esas marcas toman alguna iniciativa al respecto. De Blasio y McCray han lanzado también la campaña y el sello “Made in NY” que conciencia a las grandes marcas neoyorkinas y al público general sobre la importancia de fabricar y consumir producto local para reactivar la economía y el empleo en la ciudad.
Martha Stewart.
La gran dama del cocooning americano, ha lanzado en su web un concurso para sus miles de seguidores que se basa en proponer productos de moda, decoración o cocina bien diseñados, de calidad y –sobre todo- hechos en América. El concurso “Martha Stewart American Made”, tiene lugar actualmente y se ha centrado en educar a la próxima generación en el consumo local, en desarrollar artesanía propia, ayudar a la creación de empresa y en fin, a cambiar completamente los patrones de hábitos de consumo actual para crear una “nueva economía americana”. Pueblos, pequeñas ciudades y Estados alejados de la actualidad, ven como su actividad y su comercio se ven impulsados. Esta iniciativa, al igual que cientos de otras, pone énfasis en nuevos valores, en el renacer de la artesanía, la ecología, la producción sostenible o el uso de componentes y materia prima local.
Toogood
En el Reino Unido, la innovadora diseñadora Faye Toogood produce todos los objetos decorativos y la ropa de su marca en pequeños talleres londinenses, a manos de artesanos expertos. La calidad de los materiales y la naturalidad de los procesos, se reflejan en el precio. Es inevitable. Pero la prensa europea le ha dedicado largos artículos y ha alabado su nuevo concepto de negocio.
Barcelona
Incluso en Barcelona, el diseñador Josep Abril lleva años fabricando localmente en talleres cercanos a su estudio. Al inicio, no se trataba de hacer “patria”, sino de poder ofrecer calidad y estar cerca de los proveedores y talleres para tener la capacidad de controlar el producto antes de que estuviese acabado. Esa lógica empresarial, no parece entorpecer las ventas de un creador que tiene una clientela de leales que se lo pueden permitir o que hacen un esfuerzo.
De la Renta y Obama
Es curioso que Michelle Obama no se dignase a usar ningún vestido del gran Oscar de la Renta hasta unos días antes de su muerte, siendo como era el modisto oficioso de las primeras damas estadounidenses durante décadas. Pero Michelle no le perdonó que expresase públicamente que no debía haber asistido en visita oficial al Palacio de Buckingham por primera vez con una simple rebeca. Meses después, Oscar de la Renta –gran defensor de la moda americana- se sorprendía de nuevo de que Michelle Obama eligiese para una de las cenas más importantes de su viaje a China un vestido de Alexander McQueen –una marca británica cuyo creador ya no vive-.
En un claro lance de “tendencia ropa kilómetro cero”, de la Renta resumió: “no creo que la Duquesa de Cambridge hubiese escogido el diseño de un norteamericano para visitar el extranjero”. De Luis XIV a Oscar de la Renta, del ministro Colbert a la primera dama de Nueva York. Y en España, el kilómetro cero en la Puerta del Sol.
EconomíaModaOtros temas