El invento de una princesa georgiana se convierte en la moda del momento.
Los pantalones Palazzo, un invento del siglo pasado, vuelven a la actualidad esta primavera. En otoño, de nuevo, las grandes marcas cuentan con su ejemplar. Pero no hay gran novedad en la moda que no idease en su día la genial Gabrielle Chanel.
Tal fue el caso de los Palazzo. Durante la larga relación de Coco con el culto y atrevido británico, Boy Capel, Coco se habituó a pedirle ropa prestada, desarrollando su revolucionario hábito de utilizar prendas deportivas masculinas en su día a día.
Capel financió la primera tienda de Chanel en Deauville. Las imágenes de Coco en su boutique en 1913, la muestran con anchos pantalones de lino. Décadas más tarde, Greta Garbo continuó la tendencia utilizando pantalones anchos con caída en distintas ocasiones del día. Dietrich y Katharine Hepburn siguieron la estela.
Pero fue la princesa georgiana Irene Galitzine quien comenzó la moda del Pijama Palazzo. Irene, una de las mujeres mejor vestidas de su época, había tenido que huir con su familia de Rusia en 1917. Se instalaron en Roma, donde estudió arte y entró en el equipo creativo de las hermanas Fontana. Se casó con un Medici, abrió su propio salón y durante los años 60, se hizo famosa por sus colecciones de “pijamas Palazzo”.
Eran conjuntos de top y pantalón, que acabó declinando con pitillos rectos y tops sin mangas, bien en materiales nobles como la seda o el moiré, bien con pedrería variada.
El “Palazzo” se convirtió en una alternativa chic, cómoda y moderna al vestido de cocktail e incluso al vestido de gala. Desde entonces, lo adoptaron las mujeres más famosas del mundo: Sofía Loren, Jackie Kennedy, Lee Radziwill, Ira de Furstenberg, Paola de Bélgica, Ana María de Grecia, la duquesa de Windsor, la princesa Soraya, Audrey Hepburn, Marella Agnelli, Diana Vreeland, la Garbo o una inolvidable Claudia Cardinale en La Pantera Rosa.
Hace tres años, el modisto Sergio Zambon, recuperó la marca Galitzine, ideando una colección que relanzaba los Palazzo.
Irene Galitzine, que murió en Roma a los 90 años, se hubiera sorprendido con la obsesión actual que las grandes casas tienen por su invento.
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