Muchos ya tenemos algo en común con la mujer de Pedro Sánchez. Y es que ella acaba de declarar que no quiere vivir en La Moncloa; y yo no puedo estar más de acuerdo con que no la pise.
Por lo demás, Begoña Gómez Fernández es una guapa y activa señora de más de 40 que trabaja en una consultoría de imagen y posicionamiento de marcas. Esto es clave, ya que “Pedro-Sán” lo que tiene es imagen. Guapo, fresco, aseado, planchado, con ropa juvenil, alto, tipín, pelete, miradita, voz radiofónica… Le tout!
Begoña Gómez Fernández, vestida como una chica neoyorquina, con vestidos largos, escotes, blusas de satén y un estudiado aire de “nonchalance”, ha declarado recientemente que no le importa que las señoras se agolpen alrededor de su marido, entusiasmadas y alborotadas, porque todo es en pro de los votos. Con tal de poner pié en Moncloa…
Ella se siente segura, con su estatura, su melena, su atractivo y su imagen de chica de “Sexo en Nueva York”: en esta nueva izquierda de estilo Tiffany’s -que no izquierda caviar, una saladísima horterada rusa a estas alturas- se las compone para ir tan bien arreglada que parece una niña bien de las de “te lo juro por Snoopy” del Madrid de los 90.
Solo preocupa que nuestro maltrecho y enfermo país se ponga en manos de un “medico” que solo destaca por su tarjeta de presentación. Así que, Begoña, no sabe usted como la apoyamos: nada de Moncloa. Le tomo la palabra.
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