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El vacío postureo del festival de Coachella

El vacío postureo del festival de Coachella
María Luisa Funes el

La prensa internacional critica un festival de música avant-garde que se ha convertido en escaparate de la moda y de las “pobres niñas ricas”. ”!Hoy nos vestimos de progres!”

El muy comercial festival de Coachella, no ha dejado de ser un arma de promoción para marcas , actores y modelos en los últimos años.  Medios como la BBC o Los Angeles Times inciden en que se trata de una réplica comercial del famoso Woodstock del 1969, pero que cualquier parecido con el espontáneo festival que congregó a 500.000 jóvenes y cantantes a finales de los 70, nada tiene que ver con la realidad. El festival de Coachella se describe como un formato promocional y poco auténtico, lleno de modelos y burgueses venidos a más, todos disfrazados convenientemente para la ocasión.

Lo que comenzó como festival de música alternativa en 1999, en el pueblo de Indio, a 200 kilómetros de Los Ángeles, se ha ido poco a poco destrozando a manos de los cachorros de una jet mundial de dudoso gusto. Mientras aumentan las críticas al festival por haber perdido su esencia, crece la asistencia y la aglomeración de vips y marcas en busca de promoción.

Actrices y diletantes despistadas como Lindsay Lohan, Katy Perry o Paris Hilton, acuden en masa teledirigidas por sus agentes, que desean mantener sus cachés al día. Kendall y Kyley Jenner -entre otras- lucen palmito para cobrar jugosos sueldos de las marcas que llevan puestas. La música incluso ha llegado a convertirse en una simple excusa para albergar un desfile encubierto. Es triste ver como la modelo Cindy Crawford y su marido, el hostelero Rande Gerber, han asistido a Coachella rodeados de gente veinte o treinta años menor.

La cara de “póker” de la gran modelo, se justificaba porque lo hacía por impulsar la carrera de sus hijos,  Presley y Kaia, que acaban de estrenarse en el mundo de los modelos bien pagados. Aunque lo menos adecuado en Coachella es ir en plan familia feliz, ellos saben que la prensa lo promociona.

Al menos, para deleite de los señores, Alessandra de Ambrosio, “ángel” de Victoria Secret, ha paseado su cuerpazo cambiando de modelo cada 3 horas, para asegurar la promoción de las distintas marcas que representa.

Así pues, se congregan unas 90.000 personas, con unas tarifas de entrada que nada tienen de democráticas ni de hippies. El festival dura dos fines de semana, y para acceder al recinto en cada uno de ellos hay que pagar una entrada básica de 375 dolares -unos 310 euros- que por supuesto no incluyen comidas ni estancia.

Si se quiere ver a Di Caprio bebiendo tequilas o a una de las Jenner ligeras de ropa, habrá que desembolsar 899 dólares por barba, accediendo a la zona de barras Vip. Y alojarse en las sofisticadas tiendas de campaña con aire acondicionado cuesta unos 6500 euros por barba.

Coachella, al igual que el alocado evento de “Burning Man” en el estado de Nevada, al que acuden Grimaldis y Missonis, son las nuevas y extravagantes citas de los “jóvenes” fashionistas del mundo que se reúnen creyendo que están cambiando el mundo, cuando en realidad, solo están de fiesta.  Cuando este festival se “queme” ante la opinión pública mundial, tomaran su relevo los más recientes eventos de la zona de la Bahía de San Francisco, el Noise Pop o el Outside Land, que a su vez serán devorados en su tiempo y hora por estos hijos del nuevo milenio.

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