Córdoba es esa gran desconocida donde los primeros vestigios humanos datan del Neandertal hace SOLAMENTE 32.000 años. Desde el V milenio antes de Cristo con asentamientos permanentes y desde el siglo III a.c. en forma de ciudad tartesia, Córdoba no ha parado de cambiar de “dueño” sin cambiar su espíritu tranquilo y misterioso.
Que en época romana llegase a tener 250.000 habitantes y en el tiempo califal incluso hasta 1 millón, es una simple muestra de lo que Córdoba ha vivido durante siglos. La Colonia Patricia Corduba, su nombre romano, ha sido puente de civilizaciones y cruce de culturas insignes. Europa, África y Asia se unieron en sus esplanadas. Judíos, árabes y cristianos convivieron sin grandes problemas.
Esta ciudad, que tiene una Mezquita-Catedral única en el mundo, un puente romano majestuoso y austero, un Alcázar de maravillosos jardines, un Cristo de los faroles enigmático, una misteriosa ciudad palacio de Medina Azahara, una laberíntica judería, un zoco árabe, baños romanos y moros, la Calahorra, la plaza Corredera, las Tendillas y el Palacio de Viana, tiene otros mil encantos por conocer.
Sus plazas, jardines, patios, bares, vinos, música, escritores y gastronomía, impulsan la ciudad de Córdoba al cielo.
Por si fuera poco, los museos ofrecen cultura diversa a raudales a un público heterogéneo y curioso. El Museo Arqueológico hace palidecer a museos de los cinco continentes con el único problema de tener más material de lo que nunca se podrá mostrar por razones de espacio. El Museo de Bellas Artes se asisenta en la plaza del Potro, pared con pared con el de Julio Romero de Torres, que propone un delicioso recorrido a través de la casa-taller del artista cordobés y de su obra.
Pero una ciudad conocida por sus personalidades, por sus sabios, sus filósofos, escritores, músicos y valientes, no podía dejar atrás la tauromaquia. Representada por los estelares Guerra, Machaquito, Lagartijo, Manolete e incluso por el ínclito Manuel Benitez y Finito de Córdoba entre otros, Córdoba merecía renovar su antiguo Museo Taurino. Y así ha sido.
Diez años después de su cierre y tras 3,5 millones de euros de inversión, se ha dado un giro moderno al Museo Taurino de Córdoba, modificando la estructura interna pero conservando su clasicismo. Un deleite para los aficionados de todo el mundo.
Situado donde siempre, en pleno centro de la judería, es un paraíso de carteles de toros, trajes de toreros, fotografías del siglo XIX, taxidermia, piezas artísticas y otros objetos de enorme interés. Salas multimedia y exposiciones interactivas se turnan con patios, salones y rincones inspiradores.
El nuevo Museo Taurino de Córdoba es una razón más para disfrutar, durante al menos un fin de semana, de una ciudad misteriosa donde se mezcla el olor del jazmín con el olor a azahar, el sonido de las campanas con el del cante y la guitarra, donde se derrocha arte y buena charla. Y donde, por encima de todo, destacan los cordobeses, que saben disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, con humor irónico y un temple casi castellano. Esos auténticos señores del alto Guadalquivir…
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