La antigua Cibeles ha comenzado con buen pie. Desigual ha animado la feria con colorido, ruido y modelos internacionales. Sería estupendo que todas las grandes empresas de moda españolas desfilasen para animar el salón.
Madrid posee escenarios irrepetibles que se podrían utilizar para dar mayor riqueza a los desfiles. Ya que la iniciativa no parte de los organizadores de la feria, son los mismos creadores los que empiezan a elegir lugares curiosos. The 2nd Skin Co. ha organizaron su desfile en el Museo del Traje: una puesta en escena diferente y una colección inspirada en la glamurosa California de los años 70.
Jorge Vázquez tuvo la suerte de contar el jueves con la residencia de la Embajada francesa en Serrano, donde presentó vestidos de verdad, para mujeres de verdad. La moda va llegando al centro de la ciudad.
Juanjo Oliva dio un recital de colorido, aunque sus vestidos de muselina con estampado geométrico eran idénticos a los de la casa florentina Pucci y sus modelos tricolor en rojo, negro y blanco, un cruce perfecto entre la última colección de Prada y la primera de Ghesquière para Vuitton. Acertó con dos flotantes túnicas de color fucsia y negro.
Montesinos presentó una colección muy insulsa, pero es meritorio que se haya lanzado a participar esta temporada. Angel Schlesser ha dado una lección de elegancia con sencillísimos conjuntos azul marino y verde militar. Ion Fiz, siempre original y diferente, ha dado vida a una Mary Poppins del siglo XXI, con encajes, tules, vuelos y detalles delicados, en contraste con unos impresionantes vestidos fluidos llenos de tatuajes.
Devota y Lomba ha lanzado una mini colección de bolsos de charol con unas carteras de mano especialmente elegantes. Representan la unión perfecta entre la semana de la moda y los gremios: ideados por Modesto Lomba, están hechos en Sevilla por la cooperativa C.O.D., que significa «Creamos Objetos Deseados». Una gran iniciativa.
