Abandonando el feísmo presente en muchas colecciones de prêt-à-porter actuales, Lagerfeld posiciona a Chanel de nuevo en la belleza intemporal de canon clásico.
El enorme Grand Palais de París fue, de nuevo, el escenario donde se montó la escena, que traía a colación columnas, sol, mar Mediterraneo y las sandalias de gladiador de origen heleno.

Para aquellos que han preguntado a Lagerfeld si se trata de un homenaje a Grecia, el creador ha sido drástico en su respuesta: “Esto no tiene nada que ver con el país. La realidad no me interesa. Utilizo lo que me gusta. Mi Grecia es simplemente una idea”. Toma ya.

El desfile de Chanel sirve de pistoletazo de salida para la temporada de presentación de las colecciones crucero, en el que muchas grandes marcas francesas se dirigen a nuevos destinos que refrescan la propuesta y hacen más global la moda europea.  Si Chanel se ha quedado en París, tras desfilar sus “cruceros” en la Habana, Seul o Dubai, entre otros lugares, Dior lo hará en Los Ángeles y Louis Vuitton en Kyoto.

Chanel, que ha empezado el 2017 con fuerza, intenta apoyar a París como destino turístico, si bien no deja de ser un placer para Lagerfeld no moverse de la ciudad, como ha declarado tantas veces.

La colección, llena de tonos ocre, dorados, crudos, sandalias con cintas y piezas de punto y algodón plisado, incluía también piezas en tweed, cuero dorado, perlas  y accesorios tan clásicos como brazaletes, capas o coronas de hojas, traían a colación la belleza griega de otros milenios: “la belleza del Renacimiento vino de la época de la Antigua Grecia”, comentó Lagerfeld.