Como soy de los irreductibles que todavía hace zapping por no tener esas cosas que ahora se llaman plataformas digitales y que se cogen por la güifi, de vez en cuando, cuando llego al número veintipico y me detengo en algún canal cuyo nombre no puedo memorizar, me aparece algún capítulo de House, que me aficioné a ver hará unos quince años cuando las series todavía no se llamaban ficciones y eran sobre todo programas de televisión sin las ínfulas culturales de hoy. Estaba bien para buscar el sueño y para escuchar algunas de las inteligentísimas groserías que soltaba el atormentado médico al que encarnaba Hugh Laurie. «O tiene un novio de veinte años, o uno de su edad que toma pastillas azules», soltó en una exploración ginecológica a una anciana.
Ahora ya no me paro a verlo, porque enseguida me di cuenta de que la historia, más allá de la evolución de los personajes, era siempre la misma: llegaba un paciente al hospital con algunos síntomas y el doctor House y su equipo tenían que encontrar la enfermedad. Era el método de ensayo y error: primero se suponía que era una dolencia y se daban fármacos, pero al ver que el paciente no mejoraba había que seguir buscando. Luego había otros diagnósticos fallidos, hasta que el protagonista, que sería lo que en mi pueblo llaman un sayón pero que sabía lo suyo, encontraba o ayudaba a los suyos a dar con la enfermedad de verdad y el paciente salía del bache.
Aunque parezca que ya se ve el final, el capítulo del Covid para las cofradías de Córdoba no está más que a la mitad, como si todavía no se hubiera hecho ni la primera pausa para la publicidad. Hay motivos para temer en Córdoba una Cuaresma sólo un poco menos triste que la de 2020 y una Semana Santa en la que se podrá salir de casa, pero quizá apenas para ir a los oficios. Parece que se ha agotado la imaginación, si existía, con la noticia de que no habrá igualás ni ensayos de costaleros.
La explicación fallida del capítulo diría que la inactividad y la abulia son síntomas del coronavirus, pero ahora que se ha podido salir de casa, y hasta se ha visto que en otros lugares no muy lejanos las cofradías mueven algo pese a la pandemia, igual el doctor House se agarra al bastón y dice a su manera que hay que seguir trabajando: «Este caso lo resolvería hasta un mono con un frasco de analgésicos». Cuando acabe el capítulo estará todo el mundo vacunado, pero para entonces habrá que esperar que el paciente no se haya ido, porque aquí no hay un guion para salvar la vida del paciente en el último diagnóstico.
Liturgia de los días