¡Sorpresa en la última partida del Mundial de Ajedrez! Con el marcador igualado, Topalov tenía una oportunidad de oro para alzarse con el título, al llevar las piezas blancas. Todos sabían que se dejaría la piel en el ataque. Lo que no esperaba nadie es que cometiera varios errores impropios de una partida decisiva en un Mundial.
Vishy Anand, campeón del mundo
Kramnik permitió una vez que le dieran mate, gazapo no superado desde entonces a ese nivel, pero los dos errores que cometió ayer Topalov en la última partida apenas tienen precedentes. En la apertura, Anand supo contener a su rival con el primer gambito de dama de este campeonato. Agazapado como un tigre, jugó con pies de plomo a la espera de que el búlgaro, fiel a sí mismo, se lanzara a su yugular.
Topalov pagó caras sus propias exigencias, las que lo llevan a no querer nunca las tablas, más aún cuando juega ante su afición. El búlgaro no concibe (deberíamos agradecérselo, aunque no tanto como Anand) que en determinadas situaciones, contra un rival del mismo nivel, lo más sensato es aceptar el estado de las cosas.
En la última partida de Sofía, el aspirante siguió presionando, como cada día, pero se pasó de rosca y descuidó la gran diagonal blanca con dos capturas de peón absurdas. De repente se vio perdido. El Tigre de Madrás olió la sangre, pero su aroma lo volvió loco y no encontró el camino más rápido hacia la victoria. La tensión en la sala de juego era tremenda. Topalov, todavía afectado, volvió a desaprovechar su última oportunidad y dejó a Anand un final ganado sin apenas complicaciones.
Vishy Anand conserva la corona, para satisfacción de cientos de millones de compatriotas. En Bulgaria, la decepción fue inmensa, aunque Topalov todavía tiene la edad y la energía necesarias para volver a intentar la aventura. Lo único malo para el ajedrez es el nivel de juego de la última partida, el más bajo de las doce disputadas. Visto de otra manera, es una coartada perfecta para millones de jugadores en todo el mundo, que nos equivocamos sin parar. Si ellos también son humanos…
