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Carlsen: «La cagué. Tuve suerte de no perder»

Carlsen: «La cagué. Tuve suerte de no perder»
Federico Marín Bellón el

Sergey Karjakin, maestro del escapismo, logró sus quintas tablas consecutivas en el Campeonato del Mundo. Esta vez ni siquiera sufrió, como en las dos últimas partidas, pero que nadie se piense que fue fácil o aburrido. Para desesperación de algún gran maestro, el ruso parecía elegir siempre la línea más segura, incluso cuando tenía otras más prometedoras. La estrategia, sorprendentemente, dio unos frutos exagerados, porque Magnus Carlsen empezó a apretar cuando no había nada, como es su costumbre, pero se pasó de rosca y de repente quedó en situación muy difícil. Ahí el campeón demostró que también sabe defender, pero sobre todo el aspirante evidenció que tiene poca práctica atacando… o demasiado respeto por su oponente. Todo acabó en tablas, como siempre, esta vez en 51 movimientos. «La cagué. Tuve suerte de no perder», admitió Carlsen.

El encuentro empezó con una apertura italiana, aún más antigua que la española, pero menos venenosa. No en vano, también es conocida como «giuoco piano» (juego lento). Carlsen se salió un poco de lo habitual, como casi siempre, con idea de ganar espacio, quizá pensando ya en cómo apretar en el final. Después de doce movimientos, sin embargo, el negro había igualado sin dificultad, hasta que, también fiel a sus hábitos más recientes, Karjakin volvió a cambiar su alfil por el caballo de c5 («No se me ocurría qué otra cosa hacer», confesó) y se quedó con una estructura de peones que solo invitaba a insistir en su pertinaz defensa, pero ya sin posibilidades de contrajuego.

Fue la primera vez que vimos a Karjakin luchar por la victoria, aunque quizá le faltó convencimiento

El ruso Ian Nepomniachtchi se subía por las paredes. «¿Por qué haces esto otra vez, Sergey?», escribió. «¿Por qué?, ¿por qué?, dime por qué… –solo le faltó decirlo con acento portugués– en lugar de luchar con una posición superior». Luego justificó a su amigo y comentó que quizá era incapaz de «encontrar su propio juego» y que por eso le salían esas jugadas «ultraconservadoras».

Es esa situación, el resto de la partida parecía no tener mayor mayor interés, pero Carlsen nunca se conforma con el empate, a veces para mal. En su búsqueda de errores ajenos, se pasó de rosca y puso en peligro su posición y quizá el Mundial entero. Su jugada 40 no fue nada fina. De pronto, el único que podía presionar parecía Sergey. ¿Frustración? «Estaba bien. Es difícil de explicar», explicó el campeón. «Soy el único culpable de mis decisiones. No había nada. Quizá la posición era tablas, pero yo estaba mejor, desde luego».

La ventaja negra duró poco, pese a todo. Karjakin hizo alguna jugada buena, por primera vez en busca de la victoria, pero quizá sin la suficiente convicción. Carlsen no tardó en darle otra vez la vuelta a la tortilla y volvió a apretar moderadamente hasta que, en la jugada 51, se firmó el armisticio.

Así fue la partida, que al menos tuvo grandes dosis de emoción:

Imagen de la rueda de prensa, con la tensión todavía en el rostro de los jugadores, e incluso de Anastasiya Karlovich, jefa de prensa y fotógrafa oficial del duelo

Sobre los errores cometidos, Karjakin explicó en la rueda de prensa que es «algo normal, porque hay mucha tensión y las partidas son muy interesantes». Carlsen dijo que, pese a los errores, no son como para preocuparse en el futuro. «Yo no estoy preocupado. Solo estoy jugando», añadió el ruso, quien actúa como en trance, lo que quizá le permite no entrar en pánico cuando otros se tirarían por un volcán.

Saque de honor

El primer movimiento de la quinta partida, por cierto, fue ejecutada por el director de cine Bennett Miller, conocido por películas como «Moneyball: rompiendo las reglas» y «Truman Capote». El cineasta contó que le había parecido «muy emocionante» hacer la jugada. Y eso que no era idea suya. Explicó también que el ajedrez es «muy intenso». «Aprendí de niño y siempre me ha gustado. Iba a jugar a los parques, como Washington Square». Ahora también le gusta resolver problemas Su afición es tan fuerte, confesó, que tiene que autoimponerse límites para no gastar demasiado tiempo. Incluso dejó de jugar durante los rodajes por el mismo motivo, después de su primera película.

Preguntado por las razones por las que no rodaba él mismo alguna historia sobre el ajedrez, explicó que lo había pensado muchas veces, pero es «difícil de transmitir ese lenguaje a los no aficionados». «La manera en que tú lo sientes es muy difícil de transmitir. La única forma de apreciar el ajedrez es jugándolo», afirmó. Acabó alabando la película «En busca de Bobby Fischer» y suplicando: «No soy un buen jugador. No me hagan pasar vergüenza comentando la partida».

La foto de arriba es de Anastasiya Karlovich

 

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