Magnus Carlsen puede parecer dormido –las imágenes eran elocuentes en la primera fase de la octava partida del Mundial de Ajedrez–, pero es como un gran felino, que puede atacar en cualquier momento. Después de la maratoniana sesión de la jornada anterior del Mundial, el campeón enfrió la tensión con un doble cambio de estrategia. Todo fue relativamente breve –Anand admitió que las últimas jugadas habían sido protocolarias– y por primera vez en el duelo el noruego supo conducir el juego hacia una línea de apertura que llevaba mejor estudiada que su rival. ¿Te ha convencido tu ayudante Peter Heine Nielsen de preparar la apertura esta mañana? «Sí, seguro», fue la lacónica respuesta de Carlsen, quien parecía seguir con las pulsaciones al mínimo. O quizá estaba dormido por el madrugón. En todo caso, la estrategia le salió bien. El marcador está ahora 4,5 a 3,5 a su favor, a falta de cuatro partidas. El indio ha gastado una de sus balas.
Los comienzos fueron prometedores, con una apertura que a Fabiano Caruana le parecía demasiado arriesgada, pero pronto se vio cuál sería el desenlace. En el campamento noruego se vanagloriaban de haber sorprendido al preparadísimo Anand, quien sin embargo supo improvisar una respuesta inteligente, que se jugó por primera vez en 1898. El indio, alertado por la evidente preparación del campeón, que apenas empleaba unos segundos en cada una de sus jugadas, eludió las complicaciones y logró quedarse incluso con una mínima ventaja, pero demasiado pequeña para intentar ganar.
Anish Giri destacaba en Twitter que la principal arma de Carlsen en las aperturas es el factor sorpresa. Por eso no suele repetir ninguna, para que al equipo de Anand y a sus supercomputadores no les dé tiempo de preparar una respuesta. Nigel Short bromeaba con la idea y comparaba las líneas que juega Carlsen con un preservativo de usar y tirar.
Como resultado final, el campeón ha logrado pasar sin apuros una de las tres rondas que le quedaban con negras. Incluso Anand parecía aburrido al final de la partida y ambos ajedrecistas siguieron aletargados en la rueda de prensa. Su única revelación importante fue que les había tocado pasar el control antidoping, trámite sobre el que tampoco quisieron hablar demasiado. El indio comentó alguna variante y dejó claro que nunca vio cómo conseguir ventaja. En algunos momentos pudo traspasar el enroque enemigo con su dama, pero, como confesó, eran ideas inofensivas.
Carlsen admitió, a propósito de sus siestas, que no estaba «en su mejor forma» y que sabía que tendría que arreglárselas «para estar más fresco a medida que avanzaba la partida». ¿Jugará la misma apertura más veces, una vez perdido el factor sorpresa?, le preguntaron. «No sé, Ya veremos». Y con unos pocos monosílabos más y escasos detalles sobre a qué dedican el tiempo libre (mañana es jornada de descanso), los gladiadores se fueron a sus aposentos, probablemente para echar la siesta.
Así fue la partida: