Magnus Carlsen es el gran maestro más carismático de las últimas décadas. Por si faltaba alguna prueba, las jóvenes de la imagen demuestran su pasión por el ajedrecista, comparable a la de las groupies de las estrellas de rock. En su última partida, además, el muchacho también se dejó la piel, y no ganó porque Anand sigue siendo un genio, cuarentón, pero con unos recursos defensivos increíbles. El campeón no aflojó ni un momento pese a la duración de la partida: 64 jugadas en cerca de seis horas de juego.
«Hacía un p0co de frío y llovía, pero la foto fue bien», han explicado las chicas a la televisión noruega, como cuenta ChessBase. Las fans, por otro lado, confiesan que les interesa más el número uno del mundo que el ajedrez, pese a las retransmisiones diarias de las partidas del Mundial, que sí ven por televisión (aquí se quedarían con las ganas).
Anand y Carlsen, por su parte, se han ganado el sueldo en las dos últimas partidas, después de su decepcionante comienzo. Si en la tercera ronda fue el indio quien estuvo cerca de la victoria, en la cuarta el aspirante empezó por comerse lo que siempre se ha llamado un «peón envenenado» –ya se parece a Fischer en algo más– y puso contra las cuerdas al campeón. Este, sin embargo, encontró jugadas que causaban el asombro de los comentaristas de la retransmisión oficial del Mundial y que sólo los ordenadores eran capaces de predecir. Sobre los primeros, cabe alabar su arrojo al atreverse a evaluar las jugadas sin ayuda informática, algo que ya no hace casi nadie.
Pero además del gran espectáculo (el de las chicas y sobre el tablero), hubo un tercer factor importante en Chennai, para algunos desestabilizador, aunque no está claro para quién. Por un lado, Hikaru Nakamura declaró que la presencia del excampeón podía perjudicar más a Carlsen, algo en lo que Susan Polgar se mostró de acuerdo. En la sala de juego, sin embargo, la polémica iba por otro lado, ya que a Garry, al parecer, no le dejaron sentarse en primera fila, lo que dio lugar a toda clase de comentarios, algunos de los cuales señalaban a Anand o a alguien de su equipo. Otros recordaban al enigmático doctor Zoukhar de los tiempos en que Karpov y Korchnoi jugaban a algo más que al ajedrez en Filipinas, allá por 1978.
En su breve estancia en Chennai, Kasparov, en todo caso, ha preferido no meterse en más líos y ayer alabó la partida jugada, «un verdadero placer para la vista» y «una batalla del más alto nivel, que dignifica a Anand y Carlsen y a la lucha humana en el ajedrez». En definitiva, llevamos cuatro tablas seguidas, pero el espectáculo de verdad ya ha empezado.
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