El gran maestro de ajedrez James Plaskett y Bob Woffinden, exproductor del canal ITV, publican el próximo 29 de enero el libro «Bad show», en el que tratan de restituir el honor del comandante Charles Ingram, protagonista de una historia de película, antecedente claro de «Slumdog millionaire». El veterano de guerra, que ahora tiene 51 años, ganó en 2001 el concurso «¿Quién quiere ser millonario? (50×15)» y el correspondiente millón de libras. Dos años después, un jurado londinense consideró suficientes las pruebas aportadas por Scotland Yard y lo culpó de haber hecho trampas junto a su mujer y el profesor universitario Tecwen Whittoc. Los tres fueron condenados a varios meses de cárcel, que no llegaron a cumplir. Se dijo que este último tosía entre el público para orientar las respuestas. Ingram perdió el millón (1,3 millones de euros, al cambio actual) y fue despedido del Ejército. Su vida quedó arruinada.
Woffinden y Plaskett, ganador él mismo de 250.000 libras en el mismo concurso televisivo, sostienen que Ingram debería recibir inmediatamente el premio que le birlaron. Ambos han escrito en el Daily Mail un adelanto del contenido de su libro, que causará controversia en el Reino Unido.
Los implicados no entraron en la cárcel, pero estuvieron en libertad provisional durante dos años. Además, fueron condenados a pagar 15.000 libras de multa y otras 10.000 por las costas judiciales. Según la fiscalía, al menos 19 toses de Whittock indicaron al concursante cuál era la respuesta correcta, aunque nunca se llegó a descubrir la clave utilizada. En su día se explicó que Ingram y su mujer habían ideado un sistema algo más sofisticado: utilizar como señal las vibraciones de un móvil en silencio, con ayuda de alguna persona situada fuera del estudio. Tanto Whittock como Diana Ingram ya habían participado en el concurso (entre los dos ganaron casi 83.000 libras). La fiscalía aseguró que las toses del primero respondían a un patrón. Whittock adujo alergia al polvo, pero no logró convencer al jurado.
«Un truco cutre y escolar»
El juez, Geoffrey Rivlin, llegó a acusar al trío de haber perpetrado «un truco cutre y escolar». El jurado estuvo 14 horas deliberando y finalmente concluyó que la forma errática de cambiar de opinión y de respuesta del comandante confirmaba las sospechas. Según contaba José Manuel Costa desde Londres en su crónica para ABC el 8 de abril de 2003, una pregunta resultó clave: ¿Qué ciudad rediseñó el urbanista barón Haussman? «El mayor optó por Berlín, pero entonces se escuchó que alguien tosía, por lo que el concursante cambió de parecer y eligió París como respuesta», narraba el corresponsal.
El presentador del concurso, Chris Tarrant, explicó en el juicio que él no percibió nada raro, pero sus palabras no ayudaron demasiado. El juez fue implacable y consideró que los tres condenados no hicieron trampas por avaricia, sino «por la ambición de tener éxito en un gran programa de televisión».
Lo que pocos saben es el infierno que vivió la familia Ingram desde entonces, con pintadas, vómitos y ventanas rotas en su casa, el coche rayado y la palabra «tramposo» por todas partes. Plaskett y Woffinden cuentan que Charles Ingram estuvo una noche a un paso del suicidio, con cuarenta pastillas en una mano y un vaso de agua en la otra. Un cariñoso mensaje telefónico de su hija llegó justo a tiempo.
Los autores de «Bad show» sostienen que no hubo evidencias suficientes contra el comandante y sus supuestos compinches. Incluso aseguran que no hay pruebas de que Ingram y el profesor llegaran a verse nunca, antes o después del programa. También consideran probado que las toses de Whittock eran naturales, como comprobó el professor Alyn Morice, experto en problemas respiratorios, quien explicó que el calor del estudio de televisión agravaba su problema.
El libro también señala que además de las 19 toses incriminatorias hubo otras 173 no tenidas en cuenta, ni cómo se las arregló el concursante cuando Whittock permaneció 18 minutos sin toser. ¿Y por qué confiaría Ingran en otro concursante, un competidor, que aunque obsesionado con el programa solo llegó a ganar en él un premio menor? No menos revelador, aseguran los autores, es que el presentador, además de no notar nada extraño, dijera en el juicio que desde su posición no se escuchaban las famosas toses. Pese a todo, el jurado nunca fue llevado a inspeccionar el «lugar del crimen». En último lugar, el libro apunta a un dato misterioso, «de crucial importancia», que nunca fue tenido en cuenta. Las 19 toses significativas no salieron todas de la misma garganta. Fueron dos sus autores, según se comprobó después analizando las grabaciones.
El caso del «comandante de la tos» como llegó a conocerse a Ingram con ironía, «es uno de los episodios más vergonzosos de la historia de la televisión, de la policía y del sistema judicial del Reino Unido», aseguran James Plaskett y Bob Woffinden.
El libro ha sido editado por Bojangles Books y saldrá a la venta el 29 de enero, a un precio de 20 libras (26,75 euros).
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