Cuando la partida no es demasiado interesante, como ha ocurrido este martes, siempre nos quedan las ruedas de prensa, en las que Ian Nepomniachtchi y Magnus Carlsen hacen gala de su sentido del humor Hoy le preguntaron al campeón, que cumplía 31 años, los mismos que tiene su rival, si estaría dispuesto a compartir un trozo de tarta, a lo que respondió con una ingeniosa evasiva: «Con la historia de los duelos por el Campeonato del Mundo, no creo que debas aceptar nunca nada de comida que venga del equipo contrario».
Magnus lo intentó, de eso no hay queja ninguna, pero «no funcionó» su idea contra la defensa rusa del aspirante, visiblemente satisfecho. Según Pavel Eljanov, Nepo parece un rival de lo más digno para el campeón: «preparado con brillantez, confiado y agudo». El gran maestro ruso no cree que el duelo sea aburrido, por otro lado.
Carlsen no dejó de intentarlo, pero llegó un momento en que gastó tanto tiempo que casi ponía en peligro el medio punto, aunque el gran maestro ruso no podía hacer gran cosa si el campeón no se pasaba de frenada. «Sabía que probablemente no tenía nada, pero tenía que intentarlo y buscar alguna oportunidad». Nepo, bien preparado, era consciente de que en esa apertura le bastaba con «no mezclar las ideas ni hacer nada estúpido». Jugó al empate con una apertura eminentemente tablífera y lo logró con pasmosa facilidad, por lo que no sentía que hubiera nada de lo que avergonzarse.
Llama la atención la calma del aspirante, por cuanto Carlsen ya sabe lo que es ganar un Mundial, y dos, llegando igualado a las partidas rápidas. El número uno del mundo, por su parte, parece controlar las emociones: «He empezado con muchas más tablas otras veces. Cuando juegas una línea forzada como hoy, no esperas golpear muy a menudo, pero la idea es lograrlo de vez en cuando y pillar a tu oponente por sorpresa».
Pese a que Carlsen lleva 18 tablas seguidas en ajedrez clásico en los últimos tres Mundiales, ni él ni Nepo se mostraron entusiasmados con un cambio de formato. El ruso porque respeta las tradiciones y el noruego, que sí proponía antes algún cambio, porque probablemente ha descubierto la comodidad del trono, al menos en este aspecto. Para eludir la cuestión, se agarró al refranero: «Si no tienes nada bueno que decir, no digas nada».
Así fue la cuarta partida:
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