Federico Marín Bellón el 06 jun, 2010 Se me amontonan las entradas pendientes en el blog. Tengo por publicar sendas entrevistas a Leo Margets y Juan Carlos Mortensen, dos de nuestros mejores jugadores de poker, la crónica final del torneo de León de ajedrez, la reacción de Topalov a las ayudas que recibió Anand durante el Mundial de ajedrez, un repaso a lo que llevamos de Series Mundiales en Las Vegas… Pero si hay algo digno de ser destacado y que no puede esperar más es una loa a la inteligencia de Rafa Nadal. Humilde, trabajador y a la vez increíblemente ambicioso, Rafa demostró en la final contra Soderling que por encima de todo es un competidor implacable. Ha variado su servicio y mejorado su revés, ha terminado Roland Garros sin ceder un solo set, pero sobre todo ha hecho buena esa expresión tan manida de saber “leer” los partidos. Frente a quienes lo acusan de jugar siempre de la misma manera, de tener una gama limitada de recursos, Rafa sabe adaptarse a su rival y golpear justo donde más duele. Sus lágrimas en la final y los nervios de los últimos compases de su recital en semifinales demuestran que no es un robot. “Sólo” es un jugador inteligentísimo, tan consciente de sus pocos defectos que sabe escondérselos al enemigo con la habilidad de un prestidigitador. Cada fallo que comete le ayuda a mejorar. Con cada acierto hace el esfuerzo extra necesario para no acomodarse ni ceder a la tentación del regodeo. Rafa parece todo músculo, un torito bravo imposible de domar, pero con la ayuda de su tío se ha convertido él mismo en el mejor torero del último lustro. Ni siquiera la mala suerte de explotar en pleno reinado de Federer, un tenista con las mejores condiciones técnicas de la historia, le ha impedido alcanzar el número uno (en dos ocasiones ya) y conseguir un palmarés casi inigualable para un deportista de su edad. Si existiera un premio al jugador que mejor uso hace de la cabeza, éste sería para Rafael Nadal. Otros Deportes Comentarios Federico Marín Bellón el 06 jun, 2010