Ningún juego se libra de los tramposos, ni hay país que pueda esgrimir superioridad moral alguna. Después del escándalo que avergüenza a Volkswagen, dos miembros del equipo alemán de bridge han dado un paso insólito: Alex Smirnov y Josef Piekarek han confesado sus «crímenes» y han propuesto una autosanción de dos años sin jugar, sumada a la prohibición de volver a formar pareja. Como maestros de la estrategia, se adelantan así a un posible castigo por parte de la federación internacional (WBF). Sobre ellos pendía la amenaza de la publicación de varios vídeos en los que se demostraba su «modus operandi». El problema es que, al parecer, no son los únicos implicados. Casi ningún torneo importante de los últimos años esta libre de sospecha.
De entrada, el conflicto que generaron los alemanes fue organizativo, ya que este domingo debían haber empezado en Chennai (India) la edición número 42 del Campeonato Mundial de Bridge, en el que durante dos semanas compiten más de 40 países. La competición ha empezado, aunque los mayores comentarios siguen centrados en este escándalo.
Admito que desconocía la posibilidad de hacer trampas en el bridge, ese juego de cartas mucho más complejo que el póker, que los prejuicios colectivos sitúan en algún lujoso salón entre damas de la alta sociedad. Pero resulta que, además de ser un juego sofisticado, el bridge tiene incluso reglas para prevenir el dopaje y las apuestas ilegales por parte de los jugadores o capitanes.
Los orígenes del escándalo también son originales. Según informa «The Telegraph», el mundo del bridge estaba convulso y vivía entre rumores y especulaciones, surgidas hace un mes, cuando un jugador noruego, Boye Brogeland, amenazó con tirar de la manta y desvelar la identidad de los tramposos. Como en el chiste de Gila, los jugadores alemanes no han podido resistir más la tensión y han admitido que en el pasado incurrieron en «violaciones del código ético».
Lo cierto es que el proceder de Brogeland, en salvaguarda «del futuro de nuestro bello juego», ha dado resultado, aunque el proceso ha sido complejo, ya que otros nombres se han visto salpicados por sus acusaciones. El foro Bridgewinners ha sido un hervidero y las consecuencias todavía se desconocen. Los israelíes Lotan Fisher y Ron Schwartz, por lo pronto, han demandado al acusador y le piden un millón de dólares por daños y perjuicios. Y quizá prejuicios. Otros dos jugadores del equipo de Mónaco también se han visto implicados.
En qué consistían las trampas
Después de ver lo extendidas que están las trampas en el bridge, no quiero ni pensar lo que pasaría en torneos internacionales de mus. No se conocen los detalles exactos, pero resulta que los supuestos fulleros comunicaban a sus parejas qué cartas llevaban (si eran buenas o malas, básicamente) por el rudimentario método de colocarlas de forma horizontal o vertical. En el bridge, conocer la fortaleza de las cartas de tu pareja es una ventaja considerable, motivo por el que el reglamento prohíbe de forma expresa cualquier comunicación al respecto.
Ahora la pelota está en el tejado de las federaciones alemana y mundial, que deberán evaluar la propuesta de autocastigo de Smirnov y Piekarek. Sus compañeros de selección, por su parte, se han apresurado a desmarcarse de los manejos de la pareja.
La fotografía de los angelitos es del diario británico «The Telegraph»
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