Un hombre de Nueva Zelanda aceptó ponerse un nombre de 99 caracteres, tan ridículo como cabe imaginar, después de perder una apuesta de póker. Lo eligieron sus compañeros de partida, según informa «The Telegraph», teniendo en cuenta el límite legal del país, que no admite denominaciones de más de cien caracteres. Así se llama el pájaro ahora: Full Metal Havok More Sexy N Intelligent Than Spock And All The Superheroes Combined With Frostnova.
No hará falta aclarar que el infortunado protagonista de la noticia, de 22 años, estaba borracho cuando perdió su apuesta. Hace unos días, uno de sus amigos explicó en un foro el absurdo, que nació en una partida disputada hace cinco años. El kilométrico nombre fue registrado en marzo de 2010 y ha saltado a la luz cuando el joven ha tenido que renovar su pasaporte.
Mr. Frostnova, como suele abreviarse (si te gustan los videojuegos, te resultará familiar), debe cambiar su nombre en su permiso de conducir y en todos los documentos legales, como el pasaporte. Según comenta Michael Mead, un portavoz del Registro neozelandés, Frostnova puede volver a cambiarse el nombre cuando quiera, siempre que pague las tasas correspondientes, de unos cien euros. Cualquier nombre es legal, siempre que no resulte ofensivo, no incluya números ni símbolos y no tenga una longitud injustificadamente larga. No está claro cómo pudo pasar este filtro lo de Full Metal…
En todo caso, no es el primer caso similar que vive el país. En 2008, unos padres perdieron la custodia de su hija después de llamarla Talula Does The Hula From Hawaii. En los últimos tiempos también se han rechazado otros que incluían las palabras Majestad, Rey, Caballero, Princesa, Justicia, Anal, Mafia y Lucifer, entre otros.
En cuanto a apuestas estrambóticas, el jugador Brian Zembic llegó a operarse para ponerse implantes mamarios por una apuesta de 100.000 dólares y se conocen casos de «personas» que se han jugado a su mujer sobre el tapete, aunque lo mejor es repasar la biografía de Amarillo Slim, considerado el mayor apostante de la historia.
La foto de arriba, por cierto, es de la agencia AFP. Debajo de la capucha está el canadiense Jonathan Duhamel, que no tiene nada que ver con la historia y no se esconde por vergüenza