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Mundos futuros posibles

Mundos futuros posibles
Jorge Cachinero el

Los estudios de futuros, junto con su corolario necesario de intentar imaginar cómo serán los futuros posibles, añaden valor a los líderes políticos y militares de las naciones, de los organismos regionales, de las instituciones internacionales y de las estructuras de seguridad y de defensa supra nacionales siempre que cumplan con un requerimiento imprescindible.

Los estudios de futuros posibles deben ser capaces de facilitar a los anteriores la visualización de escenarios realistas de desarrollo de sus entornos respectivos, durante los siguientes quince o veinte años, y de permitirles imaginarlos en el presente.

Así, se debería poder facilitar a los líderes su proceso de toma de decisiones y de formulación de políticas públicas para que sus organizaciones sepan adaptarse y modificar, a la vez, lo que está por venir.

Tomando los dos ejes de este ejercicio, por una parte, el poder de los Estados -en un continuo que vaya desde Estados más poderosos hasta un poder más distribuido y difundido- y, por otra parte, el carácter de la relación entre éstos -desde una mayor cooperación hasta una mayor competición-, cuatro serían los mundos futuros posibles identificables.

En primer lugar, un futuro multilateral combinaría un alto grado de concentración del poder en los Estados con una relación cooperativa entre ellos.

Así, los Estados serían los actores más influyentes a escala global y harían uso de las instituciones multilaterales para hacer frente a los retos del mundo, para definir marcos legales aceptados por todos y para resolver disputas entre ellos.

Este primer mundo futuro posible estaría presidido por un sistema de gobernanza global eficiente y robusto.

El segundo escenario posible sería el de un futuro multipolar, que, también, se daría con un alto grado de concentración del poder de los Estados, como el anterior, aunque, en este caso, se desarrollaría en un entorno de escasa cooperación y de alta competición entre ellos.

En un escenario multipolar, las grandes potencias serían los actores internacionales principales, que formarían bloques o alianzas con Estados de cercanía geográfica o de gran afinidad ideológica y de valores.

En este mundo futuro posible, los Estados, dentro de cada bloque, cooperarían bajo el liderazgo de la gran potencia dominante y los bloques competirían entre sí para obtener poder e influencia internacionales.

En tercer lugar, el escenario de las redes de actores se desarrollaría en una situación de difusión y distribución del poder en la que se diera un alto grado de cooperación entre todos ellos.

Este mundo futuro posible sería uno en el que el poder estaría compartido entre una variedad de Estados y de actores no estatales, incluyendo, entre estos últimos, a las grandes corporaciones privadas y los líderes de las grandes ciudades, existentes o por emerger, en el mundo.

La resultante sería un mundo en el que todos los actores cooperarían, generosa y lealmente, para hacer frente a los retos globales y para facilitar mecanismos de gobernanza efectivos para todos ellos.

Por último, la fragmentación definiría un mundo futuro en el que esa difusión y distribución del poder se produjera en un contexto de escasa cooperación y, por lo tanto, de alta competición por el poder entre todos los actores estatales y no estatales, incluyendo, entre estos últimos, el crimen organizado transnacional –transnational organised crime (TOC), en inglés- o grupos disidentes, rebeldes o enfrentados a los poderes estatales establecidos.

Los acontecimientos de los últimos meses en el mundo -estallido de la pandemia de la COVID19 o las operaciones especiales, psicológicas y de intoxicación e influencia en torno a las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2020, cuestionadas y de dudosa legitimidad, por citar dos ejemplos- parecen anticipar, con todas las precauciones necesarias, las características de un mundo futuro posible, aún a sabiendas de que la incertidumbre es un rasgo del mundo por venir.

Este mundo futuro posible –realista, aunque, no, exclusivamente, a fin de cuentas- se construiría en un entorno de escasa cooperación o, si se prefiere, de alta competición entre todos los actores participantes, estatales o no estatales, legales o ilegales, y que oscilaría entre lo multipolar y la fragmentación, dado que las grandes potencias pugnarían por reforzar sus posiciones dominantes o por alcanzar posiciones de mayor dominio, en un proceso de suma cero, con perdedores y ganadores, y en el que el TOC, las grandes corporaciones privadas o las mega ciudades serían, cada vez más, influyentes y decisivas, en algunos casos, más que muchos Estados.

 

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