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Mediadores para Ucrania

Mediadores para Ucrania
Jorge Cachinero el

El momento de la verdad se acerca para el conflicto entre Estados Unidos (EE. UU.), a través de su apoderado, Ucrania, y Rusia y la comunidad internacional desea que aparezca o que se ofrezca un árbitro o un mediador, con suficiente influencia y poder incuestionable, para poner fin al enfrentamiento militar del último mes.

China es el candidato, aunque, no el único, del que más se habla durante los últimos días para desempeñar esa tarea de mediación.

Es un hecho que las relaciones entre China y Rusia han mejorado significativamente desde los años 90 del pasado siglo, antes, incluso, de la llegada de Vladimir Putin a la presidencia de la Federación Rusa.

Sin entrar en el debate sobre si China no fue informada previamente, si fue, por lo tanto, sorprendida o si se sintió avergonzada bien por la intervención militar rusa en Georgia, en 2008, para bloquear un intento de revolución de colores en el Cáucaso meridional, antes del comienzo de los Juegos Olímpicos de verano en Beijing de 2008, bien por el apoyo ruso a la rebelión de las repúblicas del Donbas y a la celebración en Crimea del referéndum de incorporación a Rusia, en 2014, tras el golpe de Estado en Kiev de ese mismo año, o bien por la intervención rusa, del pasado mes de febrero, en Ucrania, la realidad es que China y Rusia, desde 2014, cuentan con un acuerdo tácito para no criticarse una a otra públicamente.

Asimismo, Xi Jinping y Vladimir Putin mantienen un trato personal excelente, no en balde han celebrado 38 reuniones entre ellos, y las relaciones bilaterales chino-soviéticas son descritas, en ambos países, como las de una “alianza estratégica” que “no tiene límites”.

Vladimir Putin (i), Xi Jiping (d)

Dicho lo cual, debe asumirse, en cualquier caso, que no debe haber dudas sobre el hecho de que China está del lado de Rusia en estas circunstancias, abierta o secretamente, por mucho que esto pueda acarrear algún riesgo, perfectamente controlable para China, como, por ejemplo, la amenaza de la interrupción, al menos, temporalmente, de sus relaciones con Europa y las implicaciones económicas que eso pudiera tener para el gran proyecto estratégico de China de la llamada nueva ruta de la sedaOne Belt One Road (OBOR) o Belt Road Initiative (BRI), en inglés-.

Sin embargo, una mediación exitosa de China en Ucrania podría contrarrestar suficientemente ese peligro y ayudar a China a salvar su proyecto estrella, OBOR, e, incluso, colocarla en una situación privilegiada para liderar el proceso de reconstrucción de las infraestructuras ucranianas, una vez finalice el conflicto.

En el terreno militar, la cooperación entre China y Rusia cuenta con una larga historia, es de altísimo nivel y abarca todos los campos y todos los servicios de sus Fuerzas Armadas respectivas.

Rusia es, en gran parte, responsable de la modernización de las Fuerzas Armadas de la República Popular de China durante los últimos años.

Sólo en 2021, las Instituciones Militares de ambos países han celebrado ejercicios militares combinados, que han supuesto novedades históricas como, por ejemplo, las maniobras entre las Armadas china y rusa, cuyos buques navegaron, en octubre, a través del estrecho de Tsugaru, que separa la isla principal de Japón y la isla septentrional de Hokkaido, antes de bajar por la costa oriental japonesa y volver a China a través del estrecho de Osumi, frente a la isla meridional japonesa de Kyushu, o los ejercicios entre el Ejército ruso y el Ejército Popular de Liberación (EPL) chino, que se realizaron dentro del territorio de China, en el centro-norte del país, en agosto, con la participación de más de 10.000 soldados en dichas maniobras.

Maniobras navales conjuntas chino-rusas, octubre, 2021

Rusia admira las capacidades chinas en vehículos aéreos no tripulados, es decir, drones, incluyendo sistemas de defensa frente a éstos -que podrían ser necesarios para Rusia en Ucrania, llegado el caso, siempre que su uso se realizara discretamente-, en guerra electrónica, en vehículos blindados de transporte de tropas, en carros de combate o en sistemas de defensa antiaérea y está considerando construir su nuevo portaaviones en astilleros chinos.

Por otra parte, China sigue observando a Rusia, en lo militar, como si fuera su hermano mayor y lo mejor y lo más elitista del liderazgo militar chino del momento presente ha sido entrenado en las escuelas militares rusas.

Gracias a ello, China conoce muy bien la doctrina militar rusa, su forma de planear y de ejecutar sus operaciones y tiene un entendimiento profundo del pensamiento militar ruso.

Dicho lo cual, sin duda, China podría, si quisiera, ser un mediador excepcional para el actual conflicto en Ucrania.

China tiene influencia suficiente sobre el Kremlin, pronto será la gran potencia económica del mundo -su producción industrial anual actual es equivalente a la de todos los países del G7 sumadas- y su relación actual con Rusia haría de su potencial mediación una combinación interesante, ya que son dos grandes potencias militares y nucleares y China no puede permitir que Rusia falle en la consecución de sus objetivos en la actual operación militar en Ucrania.

En contra de que China actúe como mediador en Ucrania, en cambio, podría jugar el factor de que, desde la creación de la República Popular, en 1949, China no cuenta con experiencia previa en mediación entre grandes potencias, por mucho que sí sea partícipe en operaciones de mantenimiento de la paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Tropas chines en misión de paz de la ONU en Sudán del Sur, 2018

No obstante, no sería la primera vez que una potencia global emergente realice esas funciones.

En 1905, el presidente de EE. UU., Theodore Roosevelt, medió, con éxito, entre Rusia y Japón, tras la guerra que ambos mantuvieron, lo que, entre otras cosas, le hizo merecedor del Premio Nobel de la Paz, en 1906, “por su papel en la finalización de la sangrienta guerra librada, recientemente, entre dos de las grandes potencias del mundo, Japón y Rusia“.

Presidente de EE. UU., Theodore Roosevelt (c) presenta a las delegaciones rusa y japonesa en Maine, EE. UU., agosto, 1905

EE. UU. estaba, entonces, en una situación similar a la que China podría encontrarse, ahora, si abordara ese rol de mediación en Ucrania.

Aquel hecho, sumado al previo del hundimiento de la Armada española, en el puerto de Santiago de Cuba, en 1898, por parte de la Armada estadounidense, que certificó la derrota española en la isla, pusieron a EE. UU. en el mapa como gran potencia mundial emergente.

La realidad es que China tiene muchos intereses cruzados con Rusia y comparten una visión de un mundo más multilateral y menos occidental y, quizás, por eso, también, hacen difícil que aquella pueda ser aceptada, por su falta de neutralidad, como mediador por otras partes muy involucradas en este conflicto.

Además, es perfectamente posible que, a la propia China, no le interese realizar ese papel, que pueda, eventualmente, comprometer su relación estratégica con Rusia, a no ser que acordara con ésta el “ofenderla”, durante el proceso de mediación, de forma adecuadamente calculada y pasar por caja más adelante.

Con todo, este esfuerzo de mediación sólo será posible una vez que Rusia consiga sus objetivos diplomáticos, es decir, la desmilitarización y la “desnazificación” de Ucrania, el cierre del debate sobre la soberanía rusa sobre la península de Crimea y la ampliación de las dos repúblicas independientes del Donbas – Donetsk y Lugansk- hasta el máximo de extensión de las superficies que se les reconoce en la actual constitución de Ucrania.

No parece, por lo visto, hasta ahora, que la decapitación del gobierno de Ucrania esté entre los objetivos de Rusia porque, si así fuera, Rusia podría haberlo ya alcanzado.

Sin embargo, la desmembración parcial de Ucrania pondría en una situación muy difícil, aunque no, irresoluble, a un país, como China, que reitera, obviamente, por interés propio, su principio de respeto a la integridad territorial de los países.

Por último, no deben descartarse como mediadores potenciales algunos candidatos tapados.

El primer ministro de Israel, Naftali Bennett, voló a Moscú el pasado 5 de marzo, en mitad de la celebración del Shabbat, para encontrarse con Vladir Putin esa misma noche.

Desde entonces, han hablado por teléfono, al menos, en 5 ocasiones y el presidente Putin remitió a Bennett una carta respondiendo a todos los asuntos planteados por éste durante aquella reunión en Moscú.

Nada de lo anterior es poca cosa por múltiples razones.

Benett habla, también, con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.

Putin (i), Zelensky (c), Bennett (d)

Parece evidente que Israel se está posicionando como posible mediador entre las partes, pero lo que no está haciendo es empujar a nadie, que es lo que hizo el presidente francés Emmanuel Macron, en las semanas anteriores al 24 de febrero, y fracasó.

El terreno en el que Macron sí está progresando adecuadamente, a medida que avanza el conflicto de Ucrania, es en el de la incorporación del desaliñado, aunque perfectamente seleccionado, estilismo Zelensky a su libro -¿o debiera escribirse “un book”?- de fotografías previas a la campaña electoral francesa, sudadera con capucha de los paracaidistas franceses y barba de algunos días, incluidas, en medio de su jornada de trabajo, en el despacho del presidente de la República Francesa, dentro del palacio del Elíseo, construido en el siglo XVIII.

Macron

India, por ejemplo, podría involucrarse, también, como mediador en el conflicto de Ucrania, incluso, como complemento de China, lo que, en sí mismo, sería un mensaje muy poderoso del mundo que está por llegar muy pronto.

Sin embargo, no hay opción tan poderosa para esa hipotética labor de arbitraje como la carta china.

El pasado martes, 15 de febrero, el Asesor Nacional de Seguridad de EE. UU., Jake Sullivan, y el miembro del Politburó del Partido Comunista de China y director de la Oficina de la Comisión de Asuntos Exteriores, Yang Jiechi, el diplomático chino más veterano y experimentado, se reunieron en Roma.

El encuentro duró 7 horas.

La nota que emitió la Casa Blanca sobre el contenido de aquella conversación, con una extensión de 80 palabras, distribuidas en 8 líneas, versaba exclusivamente sobre Ucrania, sin ninguna novedad reseñable.

Por su parte, el ministerio de Asuntos Exteriores de China publicó su nota correspondiente, ésta de 850 palabras, en la que la mención a Ucrania era parte de su frase final y dentro de un listado de muchos otros asuntos tratados con los estadounidenses.

¿Están ya negociando chinos y estadounidenses sobre el futuro papel de China como mediador en Ucrania?

¿O el desempeño de Sullivan, del que Yang Jiechi ya es conocedor en primera persona, fue, durante esa reunión, menos que diplomático y Yang acabó por arrojarle a la cabeza todos los bustos de emperadores romanos que, durante esas siete horas, tuvo al alcance de su mano?

El dinero está más seguro apostando por la segunda opción.

 

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