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La nueva configuración del poder y de la seguridad en el mundo

La nueva configuración del poder y de la seguridad en el mundo
Jorge Cachinero el

El mundo vive tiempos de polarización.

En el continuo que va desde la cooperación y la competiciónzonas blancas-, pasa por la confrontaciónzona gris– y llega al conflictozona negra– entre potencias globales y regionales, están surgiendo áreas nuevas de disputa creciente e intensa.

Entre estos espacios de competición -que llevan implícito el riesgo de deslizarse hacia la confrontación o, incluso, al conflicto– se encuentran el desarrollo de la tecnología y su aplicación a la defensa y a la seguridad, la rivalidad en el espacio y en los océanos, las disputas en el territorio cíber y en los de la información, de la manipulación y de la intoxicación, la pugna por la supremacía comercial y el control de las fuentes de energía o la contienda por el liderazgo de las instituciones internacionales.

Todas las potencias, grandes y medias, que se respetan a sí mismas, están formulando estrategias y definiendo planes de acción para obtener ventajas relativas o, incluso, marginales en la competición con sus vecinos, con sus socios, con sus rivales y con sus adversarios.

Otras naciones, en cambio, se limitan a sobrevivir o a malvivir en este entorno de pugna descarnada por el poder y por la seguridad internacionales, perdiendo el respeto de sus vecinos, de sus socios, de sus rivales o de sus adversarios, al dedicarse a la política de los gestos y de las fotos y al socavar sus instituciones, bien por narcisismo personal o por sectarismo ideológico de sus gobernantes, bien por estar comprometidas por otros países o por actores no estatales criminales o bien por una combinación de todas las anteriores.

Los objetivos comunes a todas las potencias que se respetan a sí mismas son, fundamentalmente, los de alcanzar un incremento de su influencia geopolítica y de seguridad, de asegurar su prosperidad económica y su influencia empresarial, a escala regional y global, de salvaguardar un acceso libre a recursos naturales necesarios, de garantizar el control sobre los territorios, propios y extraños, de extender y de hacer prevalecer sus valores e ideología, cuando es el caso, y, por último, de influir dentro de las instituciones internacionales de las que son miembros para que se establezcan reglas y normas que les beneficien y sean de su interés.

El escenario mundial de la seguridad y de los conflictos está en evolución acelerada.

Los métodos híbridos de hacer la guerra se extienden y muchas naciones optan por multiplicar sus capacidades mediante un uso asimétrico del poder para enfrentarse a potencias con superioridades aparentes en determinados espacios de competición.

Se observa, también, una proliferación de armas de efecto masivo, gracias al desarrollo tecnológico en inteligencia artificial (IA) y en enjambres militares, por ejemplo, con el uso de drones, o, por citar otros campos, en el despliegue de sistemas de armas robotizadas o en el de sistemas de armas autónomas.

Además, se está haciendo sentir el papel que están jugando en la escena internacional los actores no estatales.

Estos actores no estatales multiplican su poder a través de la globalización y, en el caso de los malos actores, a través de la convergencia del terrorismo islámico yihadista y del crimen organizado transnacional –Transnational Organised Crime (TOC), en inglés-, muy especialmente, dentro de éste, el narco, y la influencia o la penetración creciente de ambos en los sistemas políticos de muchas naciones.

El carácter de los conflictos en el mundo está cambiando.

La frontera entre la guerra y la paz se está difuminando cada vez más y se están abriendo nuevas áreas y nuevos territorios y espacios para la fricción y para la disputa entre las potencias globales -Estados Unidos (EE. UU.), China y Rusia- y los actores regionales -la Unión Europea (UE), dentro de ésta, significativamente, Francia, el Reino Unido, India, Japón, Australia, Israel, Irán, Arabia Saudí o Turquía-.

El mundo vive, sin duda, en tiempos digitales, aunque, no obstante, la geografía sigue importando.

Además, el papel de las potencias medias está creciendo en la nueva configuración del poder y en el estado de la seguridad en las diversas regiones del planeta.

El incremento de la pugna por el poder tiene muchas manifestaciones.

Para comenzar, crece la perplejidad en Occidente sobre el futuro del liderazgo mundial de EE. UU., especialmente, después de la debacle de su retirada, y la de todos sus socios, de Afganistán, de manera tan incompetente o, alternativamente o de modo complementario a lo anterior, de forma consciente por razones nefarias que algunos empiezan ya a desvelar.

Aeropuerto Internacional Hamid Karzai (HAKAIA) de Kabul

Las dudas sobre si Joseph R. Biden se encuentra en plena capacidad de sus facultades mentales y físicas para ejercer las funciones de su responsabilidad o si cuenta con la legitimidad de haber sido elegido en un proceso electoral libre y justo no ayudan a despejar esas incertidumbres.

Estas incógnitas están agudizadas por el reto abierto que China plantea a ese liderazgo mundial cuestionado de EE. UU., en lo económico y en lo militar, especialmente, en Asia oriental.

Por otra parte, China y Rusia actúan de acuerdo con el estatus de asociación prioritaria del que se han dotado y han calculado que cuentan con espacio suficiente para retar y para competir con EE. UU. en muchas áreas, por ejemplo, entre otras muchas, en Asia.

El retroceso de EE. UU. en el Próximo Oriente está incrementando las expectativas de inestabilidad regional en la zona y alienta los rozamientos entre Israel y Hamas, entre Arabia Saudí e Irán y entre Israel e Irán.

Además, tanto Rusia como China están aprovechando esta circunstancia para incrementar y hacer sentir su mayor influencia en el Próximo Oriente.

Este proceso de reducción de la presencia de EE. UU. en ciertas partes del mundo está siendo simultáneamente acompañado por el crecimiento de la inestabilidad y genera retos enormes para Europa y su seguridad.

Por último, Turquía avanza de forma llamativa en sus capacidades militares -especialmente, en drones-, muestra su voluntad de hacer uso de ese poder militar, mientras refuerza el carácter autoritario de su sistema político, y proyecta su presencia y su postura militar en el exterior, como es el caso en Libia o en Siria.

Por muy dependiente que esta actuación de Turquía lo sea de Rusia, el reto para Europa es enorme.

En definitiva, el contexto global, las especificidades regionales y los espacios compartidos y de competición auguran un escenario mundial de mayor difusión del poder entre las naciones, de mayor rivalidad geoestratégica y regional, de mayor presencia de los actores no estatales, particularmente, los malos actores -TOC y terrorismo yihadista-, y, por tanto, de mayor riesgo de deslizamiento hacia la confrontación e, incluso, hacia los conflictos.

 

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