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Están locos estos madridistas

Están locos estos madridistas
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Los hermanos Ángel y Marta del Riego han hecho un libro sobre la historia del Real Madrid (“La biblia blanca”). Me pidieron un prólogo y creo que les casqué un prólogo pelín prologorreico. El libro es muy recomendable y yo agradecí poder escribir algo sin la urgencia de las crónicas. Lo cuelgo aquí por si pasa algún aficionado:

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El madridista parece estar convencido de que el Madrid es el club elegido, así que no extraña que los hermanos Del Riego Anta hayan vertebrado su relato de más de un siglo madridista con la historia sagrada. Bernabéu es Yavé, por supuesto, herejía sería cualquier otra cosa, aunque bien pudiera ser Moisés bajando con las tablas.
Una vez el New York Times dijo que el Madrid era un Estado dentro de otro Estado. Quizás una nación sin Estado ni país. Desde luego, en América han fundado iglesias y religiones con menos motivos. Hay suficiente en el Madrid para vivir una vida de secta absolutamente satisfactoria.
La historia sería otra sin Bernabéu, y con el tiempo cada generación debe ir reinterpretando ese paternalismo suyo, actualizándolo. En su peripecia parece tener el Madrid el secreto de su éxito, ¿pero cómo entender el “señorío” muchas décadas después? ¿Eran “florentinables” Kopa, Gento o Puskas?
El madridismo entiende el club mirando a Bernabéu como los estadounidenses hacen con los Padres Fundadores. Los del “señorío” literal quizás sean la Asociación del Rifle.
En este libro hay algo de ese “diálogo”.

Contando al presidente se entiende el club más justamente, pues el Madrid está siempre entre dos polos: lo que cuentan los otros (la leyenda negra) y lo que cuenta su entorno, una mezcla de periodismo y memoria de pez que acuña unos recuerdos, leyendas e inexactitudes que se repiten año tras año y acaban siendo una cárcel de tópicos. Las leyendas del Madrid lo hacen museístico, se lo comen vivo.

El Madrid es junto al tiempo y la política la gran conversación española, y con esa dificultad los autores intentan con éxito un relato completo, necesario para el aficionado que vive atrapado en la vida cíclica de las temporadas. Cada verano llega la amnesia y como sucede en “Memento” hay que tatuarse el palmarés antes de volver al bucle. ¿Va hacia algún sitio el Madrid?

Hay en el libro una buena proporción entre lo antiguo y lo reciente, y se le da luz y relieve a algunas figuras necesarias. Si es tradición visitar la tumba de Bernabéu en Almansa, los autores empiezan el libro en la de Padrós, el fundador.

Siendo un madridismo actual, que tiene asimilado el postmourinhismo, el libro no se olvida de lo que hubo antes del gran patriarca –o incluso heteropatriarca–.
Aparecen los Padrós, el mítico Zamora y algunas figuras casi desconocidas por el madridismo. Una es Rafael Sánchez-Guerra, el presidente republicano que acompañó a Bergamín cuando fue a sondear a Franco a la Academia de Zaragoza. Es protagonista de uno de los momentos más pintorescos de la historia del club: exiliado en París, ya anciano y recién enviudado, regresa a España para ingresar como dominico en un monasterio navarro. Bernabéu le visitará allí con los jugadores con motivo de un partido ante Osasuna.

El otro es Hernández Coronado, un hombre orquesta del fútbol español que lo fue todo y quedó opacado por la titánica figura de Bernabéu. Fue uno de los grandes y primeros resultadistas cuando dijo eso de “prefiero ganar en el descuento y de penalti injusto”.
En plena guerra civil, Hernández Coronado se empeñó en que el Madrid jugara la Liga Republicana Catalana. Llevó allí a los futbolistas y hubo un principio de acuerdo que en el último momento evitó el Barcelona, siempre el Barcelona. Este libro no olvida la Guerra Civil ni la Posguerra, ni la necesaria comparación con sus rivales. Ni olvida que Bernabéu era nacional, pero monárquico y donjuanista.
La leyenda negra no descansa y por eso hay un madridismo que consiste en ser anti-antimadridista.
Ortega escribió “La rebelión de las masas”, pero fue Bernabéu quien las conoció bien, el que las sentó, las metió en un coliseo, el que las supo tratar y divertir. Lo que dice sobre las multitudes españolas es muy valioso. Rebeladas las masas, las distrajo Bernabéu.
Él construyó el Madrid, pero quizás su “teoría de la jeta” condicionó el futuro vinculándolo a rostros confiables, a buenos muchachos. El madridismo más que técnico fue lombrosiano y dos hombres se le escaparon: Luis Aragonés y Johan Cruyff, con los que el Madrid hubiese alcanzado la totalidad del fútbol.
¿Explica su divorcio con Di Stéfano (“se nota que usted no tuvo hijos”) que no volviera el Madrid a perseguir a los genios argentinos?

El último Bernabéu es tan importante como el primero. Ahora sobre madridismo se “filosofa” mucho, pero en sus años el aficionado tenía aún la vieja y respetuosa condición de público. Bernabéu hizo poca literatura con ello, poca fraseología, poco sentimentalismo, y casi siempre fue sincero: “No hay verdadera alegría en la masa del Madrid”.
Yendo a Chamartín con regularidad comprende uno que “las mocitas” del viejo himno somos nosotros. Que es uno mismo. Cuando nos encaminamos al estadio somos la “mocita”, pero ¿”alegres y risueñas”? ¿Dónde está ese madridismo hedonista, exultante, disfrutón? Muchas veces lo que hay es la normalidad de ganar, ganar como condena. Lo que reconoce el aficionado del Madrid son raptos de éxtasis que se producen una o dos veces por temporada, restringidos a la Copa de Europa, y que justifican el año entero. Se va al estadio con un ánimo ritual y a veces hasta taciturno. Lo que gusta sobre todo es la transfiguración del equipo en las “noches mágicas”. Volver a convertirse en el viejo equipo.

Cada vez que algo pasa en el mundo hay un partido del Madrid. En el 11-S jugaba en Roma, y horas después del 11-M se le hundió a Queiroz su once de súper héroes. Eso lo capta el libro. Ángel del Riego es uno de los madridistas más agudos, reflexivos y teorizantes que he conocido, y su hermana Marta es una novelista ya acreditada, cuya sensibilidad observa y cuenta el fútbol con una finura distinta. Como en una “extraña” pareja de entrenadores, la mezcla funciona.

El Madrid es el equipo por defecto, y sus aficionados integran el batallón de la normalidad. Hay un pacto tácito para no calcular todo el amor que se le tiene al Madrid. Pero hay gente, en apariencia normal, que se deprime en verano porque no juega; gente que ignora los Mundiales y a la Selección; que entra en un bar o no en función de los signos de madridismo posible; gente que interpreta la historia moderna de España o el Estado de las Autonomías según le vaya en ello al Real Madrid. Cientos de personas se entierran anualmente en ataúdes con un escudo coronado. Pero todos miramos hacia otro lado, y el madridista no presume de su pasión
El grado que puede alcanzar esta sinrazón el forofo rival no lo conoce, o prefiere no conocerlo. Suficiente privilegio es ya ganar.
Creo que en este libro se percibe, entre las líneas de una buena escritura.

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