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España deficiosa

España deficiosa
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El escritor y muchas cosas más Luis Sanz Irles recordaba hoy la expresión valenciana “estar desficiós”. Me ha dado una gran alegría porque es una palabra de mi infancia y porque es la palabra perfecta para este momento.
Designa una intranquilidad, pero un cierto tipo de intranquilidad que no sabemos expresar igual en castellano.

Es algo muy característico de Valencia, que creo no se escucha tanto (si es que se escucha) en Cataluña y que solo por contagio se oye alguna vez en zonas muy cercanas de La Mancha. Existe la palabra “desfici”, que sería una agitación, pero sobre todo se oye “desficiós”, “estar desficiós” (que se castellaniza como “deficioso”) y que indica un estado de desasosiego, de impaciencia vinculado a no se sabe exactamente qué, pero sobre todo a cierto aburrimiento. Un aburrimiento que no se puede calmar con nada.
Sería casi un tedio, pero no es un tedio francés, no es el “ennui”, no se melancoliza. Es un tedio nervioso, impaciente, que no se está quieto.

Liberada, desprendida de ese aburrimiento vivido como encierro, surgiría una energía que es la energía del “pensat i fet”, lo pensado y hecho, la improvisación, el repente valenciano que se homenajea en las fallas y que explicaría, junto a la tradición de las bandas locales, que haya allí tan buenos músicos de jazz. La improvisación valenciana.
El “pensat i fet” sería la otra cara de la moneda del “desfici”.

El “desficiós” es un aburrido que no se puede ocupar con nada, que con nada se tranquiliza, al que le invade una desazón física. Sería como una de esas fases heideggerianas del aburrimiento, pero que no se resuelve en la fusión tediosa con lo otro, que no se abre o “apertura”. El deficioso no se reconcilia nunca con el universo, no lo descubre, no llega a una forma de conocimiento o entendimiento porque no se deja nunca llegar a esa fase calmada del aburrimiento total, perfecto. El “desficiós” mueve la pierna nerviosamente, se levanta, se sienta, no se tiene quieto. Es eso, un “no tenerse”. Sería como un yo al que su circunstancia le produjese picor.

Y es, sobre todo, una expresión para los niños. El estado de agitación salvaje del niño que se sube por las paredes es el “desfici”.

-Tus hijos están ya “deficiosos”, vámonos.

Cuando un niño lo escucha, o cuando lo escucha un adulto, normalmente de labios femeninos, más serenos, empieza ya el comienzo de la tranquilidad. El “desficiós” a menudo necesita del otro para que le saquen de su estado y empieza todo porque ese estado se le reconozca. No es que sea así, es que “está desficiós”. Es algo muy asociado al encierro, es la impaciencia que nos surge cuando ya no sabemos qué hacer. España ahora está deficiosa (sin oficio), y debería usar esta bonita palabra que describe tan bien lo valenciano.
(Sería bonito valencianizar España con esa palabra también porque sería optimista: así después vendría una energía fallera, industriosa, pirotécnica, el nervio anterior hecho acto).
Joan Fuster, que tantas cosas valencianas miró detenidamente, tiene un libro titulado “Notes d’un desficiós”, por eso la foto (en la que, de paso, parece que pone cara de Heidegger a partir de una parecida nariz-desficiosa)

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