Adorábamos a Isinbayeva, además de por la maravilla nominal de empezar “I sin”, por bella, por esa mirada smirnoff y porque armada con su pértiga parecía un proyectil medieval infinitamente hermoso. La ilimitada Isinbayeva, sin embargo, ya será exadorable en el futuro. La exadorable exIsinbayeva. Me gusta la fórmula, de la misma manera que a Karmele le gusta decir extrabajador en lugar de parado.
Isinbayeva prefirió callar ante las discriminación gay, pero le molestó mucho que una atleta saliera con las uñas pintadas de arco iris. La exadorable pertiguista protestó y le recordó que estaba en suelo ruso y se debía a sus leyes. Ya lo sabe la exadmirable exIsinbayeva cuando vaya a algunos de esos países que verían extraño y políticamente controvertido que una hembra semidesnuda corriese libremente agarrando un enorme palo.
La ley rusa que está en discusión deja al homosexual civilmente mermado y considera su práctica sexual como un vicio secreto tolerable sólo con la mayoría de edad. Como algo anomalo, cercano a la enfermedad.
Esto es discriminatorio y homófobo. Homófobo es una palabra muy desgastada que además tiene muchas os, como si se dijese al salir del dentista. Es una palabra no sé si muy bien construida, pero nos sirve para señalar (ir a un power point con pértiga, ¡isinbayevamente!) la situación de discriminación del gay.
Pero Isinbayeva se molesta porque una atleta vaya de arco iris. Ella acepta al gay, él sabrá, dice, pero no quiere líos para su Rusia, que siempre ha sido muy “tradicional”; muy chico-chica. El concepto “sexualidad tradicional” suena delirantemente limitativo e incluso podría llevarse al mundo heterosexual con efectos abominables. ¡Isinbayeva habla como una estrecha de Vladivostok!
Y lo de la propaganda… Amar es contarlo, alardearlo, exhibirlo. Vivir un amor, el que sea, en silencio incivil es… ¡eso sí que es contranatura! Rusia está legislando un amor contranatura. El amor silencioso, avergonzado, culpable.
Queríamos a Isinbayeva por guapa y atómica, no por sus posiciones políticas. Por eso es lamentable tener constancia de sus inclinaciones carcaveleras. Isinbayeva ahora sí que nos parece fría, hasta un poquito inhumana.
Amábamos a Isinbayeva por sus elevaciones. Había una belleza creciendo, ascendente, sin limitaciones aparentes, pero ahora esas elevaciones que eran ideales se nos han caído al suelo. Al tartán.
Nos ha dejado la admiración a ras de tartán.
Hay deportistas que hablan y nos gustan, otros nos dejan indiferentes, esa indiferencia de túnel de vestuarios, y algunos hasta nos decepcionan. De alguna manera, cuando admiramos a un deportista no sólo vemos la realización mecánica de unos movimientos y en la práctica del deporte, el deporte de alto nivel, hay valores y principios, lo que pasa es que se abusa tanto de ellos, se hace tal alarde, tanta ventaja comercial, tanta santurronería de pierna al aire que al final nos ponemos a la defensiva, pero sí debería poder esperarse de una estrella mundial del deporte una cierta humanidad.
Han perdido algo de vuelo los saltos de Isinbayeva. Ya son sólo saltos tradicionales y rusos, rusamente tradicionales, saltos kasachok, de niños y niñas empalagosamente rusos, pero no nos van a hacer caer en el mismo ensueño de antes. No saltaremos con ella cuando esté ahí arriba como una pluma porque será una pluma putinesca, ajena, rusa, pero rusamente absurda.
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