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Las palabras de Del Bosque sobre Casillas no son una Eurocopa, pero casi. Son una cosa fascinante. Del Bosque es un hombre muy simpático, que cae bien a todo el mundo, pero es el resentimiento puro. No ha habido mes en el que no se re-sintiera de su final en el Madrid. Lleva la herida abierta, visible, al aire. No pasa nada, no iba a ser perfecto. Casillas, sin embargo, es el rencor -lo dijo él mismo, “soy muy rencoroso”- El rencor es un resentimiento soterrado y tenaz, mineral, subterráneo. Del Bosque es superficial y persistente, ligero en su manía, Casillas se lo calla.
De hecho, Casillas es psicológicamente un portero. Creo que ha pasado demasiados años bajo palos y tanto silencio, tanto rumiarse las cosas no puede ser bueno. Se le hace todo grisú. Por eso luego filtra al periodista-espita, Casillas se manifiesta siempre de esa forma gaseosa. No puede evitarlo.
Del Bosque lo dijo en la Ser, con De la Morena, que ha sido como un Butanito socialdemócrata, curil, con esa frase genial de “tú tienes tu cerebro y tú te le alimentas” que quizás masacró neuronalmente a una generación. Del Bosque podía decir esto en rueda de prensa, pero es más de decirlo en entrevistas individuales. Puede que sea el ser humano que más entrevistas ha coincidido en lo que llevamos de siglo. Obviamente, los periodistas le adoran. Recuerdo lo que me repetían constantemente en el Mundial de Brasil: “Es que es muy buena persona, muy buena persona”. Se le hizo Marqués, hombre anuncio (¡prescriptor de danacoles!) y se le dio la selección como un kiosko para que se jubilara. No era bastante.

Otra cosa fascinante de Del Bosque y Casillas es que son figuras, simas de la adulación. Sólo los ministros o los políticos admiten pelotas tan cualificados y sistemáticos. Estas palabras de Del Bosque son maravillosas porque inciden sobre una intersección de pelotaris que ahora se han quedado con el juicio literalmente suspenso entre mamá y papá.
Es inevitable acordarse de Mourinho, al que pasados los años le dan la razón. A buenas horas. Qué cosas decían los “hombres de fútbol”. Hasta a mí, ser insignificante, llegaron a insultarme en estas páginas.

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